Política

Simplificación: la reforma que no tuvimos

Empezamos a vivir en estos días las terribles consecuencias de la manera en la que se llevó el proceso de reforma electoral más reciente. Desde los albores de la transición democrática en nuestro país, las reformas electorales habían seguido un patrón más o menos igual en el que, fruto de las inconformidades generadas entre las fuerzas perdedoras del proceso electoral –o de las décadas del “PRIato” en la versión cimera de estos procesos– se llevaban a cabo discusiones respecto de aquellos puntos que era necesario fortalecer en la ley a fin de que los principios del juego electoral se respetaran más y mejor. ¿Cómo hacer más objetiva, transparente, pública, equitativa, imparcial la elección?

Esta lógica parte del supuesto de que, una vez alcanzado un estadio mínimo –definible grosso modo como un proceso comicial que se da conforme a reglas del juego y calendario preestablecidos en el que cada voto cuenta y se cuenta– el avance democrático es posible; es decir, podíamos aspirar no solo a la democracia, sino a una de cada vez mayor calidad.

Pero esto trajo consigo la sobrerregulación de nuestros comicios. La legislación electoral se ha convertido en un amasijo abigarrado accesible solo para doctos e iniciados, con lo que paradójicamente se conculcan derechos al alejar de la ciudadanía promedio la capacidad para entender y defender lo que es suyo.

Así, la reforma electoral debió consistir en “adelgazar” el cuerpo normativo en la materia simplificándolo. Sin embargo, el debate en las Cámaras y en la opinión pública se centró en la figura del INE como árbitro electoral y se abortó la posibilidad de tallar en el mármol masivo de la ley una silueta comprensible de regulación comicial.

Así llegamos al adelantadísimo proceso 2024 en la que los actos anticipadísimos de precampaña pueden esconderse, por unos y otros, en los pliegues de la norma y, cual teólogos bizantinos dedicamos nuestro tiempo a definir cuántos ángeles bailan en la cabeza de un alfiler o cómo (no) debe pedirse el voto para que la precampaña (no) deje de ser un acto partidista y se convierta en uno proselitista.


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Miriam Hinojosa Dieck
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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