A veces, los aficionados de Cruz Azul se preguntan si no habrá una escena peor que la de las eliminaciones anteriores, cuando les han ganado en los últimos suspiros de algunos encuentros importantes o la de las Finales perdidas, incluida aquella caída tan dramática del 2013 ante América, y es entonces cuando se da un partido como el del domingo pasado en el estadio Olímpico, en el que La Máquina se enfrentó de nueva cuenta a su versión más incapaz y dejó ir una ventaja de cuatro goles que habían conquistado en la semifinal de ida.
Y es que, no se trata de un simple encuentro, se trata de escribir otra línea en la historia negra de este equipo que tiene 23 años sin ser campeón, mientras lleva a cuestas una etiqueta maltrecha de un club “grande”.
Ese partido ante Pumas fue, para sus aficionados, una decepción, aunque hay que reconocer que hubo tintes de mala fortuna. Primero, su portero Jesús Corona se resiente de la rodilla (después dijo, también dio positivo por covid-19), y sale Sebastián Jurado como titular, quien, aunque solo pudo hacer algo más en el tercer gol, se le notaba nervioso, rechazaba en lugar de asegurar la pelota; luego, los goles se dieron de rebotes.
Los últimos años sin título para los cementeros han estado ligados precisamente a eso, a una dosis de poca fortuna, pero no es momento de hablar de maldiciones, porque lo que sucedió con el equipo se debe a una falta de capacidad muy grande de defender los cuatro goles, porque eso es lo que intentó el entrenador Robert Dante Siboldi, cuidar el marcador, pero ni eso consiguieron.
Un experimentado como Pablo Aguilar perdió balones y la posición. En el mediocampo no le ganaron la partida a Andrés Iniestra y Leonel López, que superaron a Luis Romo, Rafael Baca y también a Ignacio Rivero. Además, dónde quedó el campeón de goleo, no apareció Jonathan Rodríguez, y de nada valió esa distinción que ganó en la fase regular si no concretó en el momento necesario.
Al final, Siboldi no manejó ni encontró una variante que despertara a los suyos cuando ya perdían frente a un cuadro universitario que merece todo el reconocimiento. A quien le corresponda de la directiva hacerlo, tendrá que analizar los cambios para la siguiente campaña o si es que vuelven a confiar en el entrenador y en el plantel. A los aficionados les queda volver a sacar su playera la próxima temporada y esperar que ahora sí, esa sea “la buena”.