Política

Jalisco tiembla

Parece que en Jalisco, estado ubicado dentro de una de las más graves zonas sísmicas del país, la presencia de un terremoto es solo cuestión de un breve susto, recuento de afectaciones personales y de algunos daños, y párenle de contar. En otras palabras, no hay conciencia de lo que entrañan los riesgos latentes porque, al menos en tres o cuatro generaciones, se pierde en el olvido la condición de peligrosidad que estos fenómenos naturales entrañan. Varios de estos sismos fuertes se han dado ya en épocas recientes, digamos de 1985 para acá, pero ni así se advierte que exista mayor preocupación por los posibles efectos que ocasionan. Acaso los ya adultos tienen presente los estragos causados del gran temblor que afectó principalmente a la ciudad de México y cuya estadística fatídica es a la fecha desconocida ya que va de los 10 mil muertos (cifra oficial) y la especulativa que llega a los 40 mil. En nuestra entidad, segunda principalmente afectada luego de la ciudad de México, los daños se concentraron en el sur, como Ciudad Guzmán, Gómez Farías, Cihuatlán y otros municipios de la región.

De vez en vez la naturaleza pretende recordarnos que no debemos estar tan tranquilos porque vemos un tanto distantes los efectos de los terremotos, comparativamente. Quizá sean muy pocos los jaliscienses que aún recuerden, por ejemplo, los devastadores daños aquí del terremoto de 1932, que alcanzó una escala de 8.4 Richter, es decir, más alta que la del mismo 85. Claro, ni la población ni el entorno de la ciudad era igual y las consecuencias no fueron merecedoras ni a contarlo en los libros de historia que a nosotros nos enseñaron. Con todo, Jalisco resintió un fuerte temblor en 1995, cuyos principales resultados perjudiciales se significaron en el vecino Colima ya que llegó a la escala de 8.0 aunque otros movimientos telúricos se han sentido aquí, algunos tan cercanos como los ocasionados por la llamada Falla de Tesistán y otra que se conoce como Falla del Río Santiago. De manera que el sismo de la semana pasada, que se significó en esta tierra el lunes 19, tan extraña como misteriosamente coincidente, así como su gran réplica del día 22, surgido de las entrañas de la tierra con epicentro en los límites de Michoacán y Jalisco, despertó un poco a la un tanto adormilada población local que tan poco caso ha hecho a tales sucesos.

No obstante, hay que empezar por percatarnos que Jalisco no está casi en absoluto preparado para darse cuenta de que se encuentra sentado en una especie de barril de pólvora. Planes urbanos y reglamentaciones actualizadas sí contienen regulaciones específicas que, aunque dignas de ser todavía mejoradas, al menos existen, si bien habrá que ver en qué medida realmente se han aplicado. Pero, en general, la ciudad no fue construida con parámetros de previsión ante sismos. Históricamente fue levantada junto a su conurbación, en condiciones de riesgo en la materia, al igual que gran parte de su infraestructura subterránea, como las líneas de abasto de agua y por supuesto los drenajes. Sólo cuando se presenta un sismo no queda sino atender el peligro y revisar las edificaciones. No queda de otra.

Por si fuera poco, Jalisco carece de una plataforma preventiva integral como sí sucede en la ciudad de México y entidades de su conurbación. Desde luego que aquí no se dispone de una estructura tan impresionante en materia de alertas sísmicas como en la capital del país. Los altavoces preventivos de un sismo suman allá casi los 14 mil distribuidos en todas sus alcaldías, lo que nos permite idea de lo desprotegidos que nos encontramos en este sentido ya que poco ha mirado el gobierno central y sus órganos de protección civil hacia Jalisco.

Ya el alcalde de Guadalajara, Jesús Pablo Lemus Navarro, luego de un recorrido por el centro citadino, luego del sismo del día 19 advirtió los daños potenciales en el templo de La Merced, que será objeto de un reforzamiento, pero por fortuna nada más de importancia en otros inmuebles históricos del centro de Guadalajara. De suyo, a Lemus le han tocado ya algunos sucesos lamentables como incendios, explosiones de gas con efectos en mercados y otros más, a los que no sólo se ha respondido con solidaridad y eficacia, sino que ha comprobado también la labor que realizan protección civil y bomberos. Sin embargo, fue enfático en la necesidad de que, en cuanto a temblores, el sistema de prevención de sismos debe consolidarse y tener carácter metropolitano.

De hecho, la prevención mencionada debe abarcar también a la sociedad civil, en escuelas, centros de trabajo, oficinas, edificios, especialmente los elevados, en la enseñanza de protocolos incluso familiares, etcétera, además de efectivamente hacer conciencia pública de estos fenómenos. En fin, no hay que olvidarlo: Jalisco se encuentra en zona de alta sismicidad, tiembla, y eventualmente puede hacerlo mucho más de lo imaginado.

Miguel Zárate Hernández

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Twitter: @MiguelZarateH

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