Periodistas, empresarios, funcionarios, políticos y hasta algún académico con frecuencia inusual son criticados o defendidos directamente por el presidente de la república, como parte de su ejercicio cotidiano de informar y responder preguntas de los periodistas presentes en la comparecencia cotidiana, vulgo “la mañanera”. Estos ataques o defensas, en general, se refieren a la fama pública de los criticados o defendidos, lo cual es un ejercicio raro, pues dicho vulgarmente, el presidente se mete al ring con guantes cargados y sus “rivales” no pueden “ni meter las manos”, no se diga los puños.
Lo peligroso de estos asuntos está en hablar de la fama pública o publicar cuestiones relacionadas con la fama pública. El presidente tendrá sus razones y algún día, aquí o allá, será llamado a rendir cuentas, pues si algo hay resbaloso en la vida pública es la fama. El peligro está en que la fama se hace o deshace por y con medias verdades, pues es prácticamente imposible revisar con imparcialidad y mirada neutra la verdad completa de los hechos realizados por alguien, una vez que alguien los divulga como escandalosos, indebidos o sospechosos.
Ejemplo inventado. Un contratista, aspira a realizar un trabajo en alguna oficina de gobierno, gana una licitación y va a firmar. Y se entera que un porcentaje del costo del trabajo debe hacerse llegar por medios no bancarios a cierta persona. Y si no, pues pierde el contrato porque resulta que se "encontraron” deficiencias, imprecisas, en alguna parte de su propuesta. El contratista no puede salir al público o ir al juzgado a denunciar a quien le hizo la petición. Si lo hace, el denunciado saldrá también a mostrar las fallas “ocultas”, con mala fe evidente, del contratista y a argumentar que se queja de algo imaginario pues esa oficina “jamás” ha hecho esas peticiones ilícitas e inmorales. ¿Quién queda mal? ¿A quién le cree el público? ¿Cómo y porqué le creemos a una persona sus comunicaciones, relatos o apreciaciones? En principio por la confianza construida con esa persona. También porque avala con hechos lo comunicado. Y porque distingue hechos de apreciaciones y juicios de valor. Esta confianza puede ser imaginaria si se forja por maldades compartidas. Si tranzo con el “tranza” tendremos mutua “confianza” (léase miedo) porque publicar la tranza destruye a los dos. Hoy ¿en quién confiamos?
Miguel Bazdresch Parada