La construcción de un sistema de justicia en México ha sido una labor monumental y, a menudo, incomprendida. Este sistema busca, en primer lugar, salvaguardar la integridad de todas las partes involucradas, sean estas acusados o denunciantes. En segundo lugar, y de manera crucial, privilegia la presunción de inocencia de todo acusado, trasladando la carga de la prueba al Ministerio Público, no a la víctima ni al acusador.
Históricamente, esta presunción de inocencia ha sido malinterpretada, en gran parte debido a la corrupción de las autoridades que intervienen en la vigilancia del cumplimiento de la ley, en la investigación de los presuntos delitos, y en la determinación de la inocencia o culpabilidad del señalado basándose en una investigación que debe establecer fehacientemente la comisión o no de un delito.
Pero esta situación también se debe a la ignorancia y a una lamentable falta de cultura jurídica básica que toda la ciudadanía debería poseer.
Me explico: Cualquiera de nosotros puede ser acusado de cualquier cosa. Sin embargo, quien acusa está obligado a probar su señalamiento. Para ello, tiene la libertad de presentar las denuncias correspondientes ante las autoridades competentes, quienes deberán iniciar una investigación sobre las acusaciones para determinar si, en efecto, existen indicios de la comisión de un delito. De ser así, estos son solo indicios de un posible delito y una mera presunción de que la persona señalada lo cometió.
Hasta este punto, el señalado es inocente, pues no ha sido sentenciado. Sin embargo, pareciera que el juicio popular e inquisitorio de las redes sociales tiene más peso que la resolución de un juez. Si desde ahí los “analfabetas jurídicos” deciden que alguien es culpable, pueden destruir su reputación y su vida.
Más allá de esto, la prisión, para la mayoría de los delitos, debería ser el último recurso, ya que existen mecanismos alternativos y, en el contexto de los procesos judiciales, la prisión preventiva debería ser la última medida cautelar, como ocurre en otros sistemas. No obstante, de nuevo, parece que si no hay cárcel, no hay justicia. La verdadera justicia se logra, en muchos casos, con una sanción adecuada, sea esta privativa de libertad o no, y la reparación del daño.
No pretendo dar una cátedra de derecho, simplemente busco generar un poco de conciencia en un mundo que, debido a las redes sociales y la desinformación, parece estar regresando a los tribunales inquisitorios.