En Japón hay una expresión que enuncia que la disciplina tarde o temprano vencerá a la inteligencia, es decir, que vale más el que alguien apueste a principios que se vuelvan constantes en su forma de vida y de relacionarse con los demás, que incluso las propias cualidades natas que tenga la persona.
En este sentido, es que siempre he valorado la puntualidad no sólo como forma de respeto hacia el tiempo de los demás e incluso al propio, sino como una manera que tenemos todos los días de ejercitar la disciplina y la constancia.
Y es que a veces la inercia de los días nos lleva a llenarnos de ocupaciones y actividades, entre las que agendamos encuentros con otras personas, sin embargo, condiciones como no salir a tiempo o los embotellamientos viales, nos llevan a ser rehenes de las circunstancias y a llegar “unos minutos” tarde.
Desde mi perspectiva particular, en la mayoría de las ocasiones no se trata de las diferentes situaciones con las que nos topamos en el traslado hacia nuestras citassino, sobre todo, es cuestión de una disciplina endeble en el hábito de la puntualidad.
En nuestro país, desafortunadamente, la impuntualidad es algo común. No sólo lo podemos ver en las calles de la ciudad, en las que muchos conductores manejan de una manera imprudente e incluso cometiendo diversas faltas de tránsito, sino además porque así lo proyectan los sondeos.
El Gabinete de Comunicación Estratégica de México realizó una encuesta sobre la impuntualidad, a través de la cual se obtuvo como resultado que más del 60% de los compatriotas dicen ser impuntuales en el ámbito laboral y académico, e incluso en encuentros que acuerdan con amigos o familiares.
El 44.6% de los encuestados sostuvo que están dispuestos a esperar a una persona hasta 30 minutos después de la hora pactada, mientras que 33.1% aseguró que solo está dispuesto a esperar hasta 15 minutos.
Muchos dicen que es algo cultural y contextual, sin embargo, es un hecho que no se ha visualizado las grandes pérdidas que este “mal hábito” proyecta en lo personal, profesional e incluso en la propia productividad del país.
Es así que muchas empresas han optado, incluso, por entregar bonos a aquellos colaboradores que son puntuales a su trabajo, ya que pueden visualizar que un minuto perdido es sinónimo de pérdida también de recursos, principalmente, económicos.
En un entorno interpersonal, tampoco hay una buena percepción de los impuntuales. Al respecto el estadounidense Wes Fessler dice: “Es difícil mostrarte confiable cuando la gente tiene que esperarte”.
La puntualidad refleja el interés de una persona por el encuentro, por lo que si llega tarde es casi el equivalente a decir que no le importa el otro.
Recuerdo que hace tiempo pregunté a un amigo que solía ser muy impuntual sobre cuál era la razón por la que siempre llegaba tarde y me respondió que “no le gustaba esperar, ya que era muy desagradable perder tiempo”. Sin duda en su respuesta hay una gran verdad: “El tiempo vale oro”, ya que, así como se va ya no regresa.
Es por ello que hoy mi invitación es a ejercitar la disciplina de la puntualidad, la cual además de permitirnos trabajar hábitos que nos lleven a administrar mejor nuestro tiempo y nos harán más eficientes.
Por supuesto, a la par de la puntualidad, podremos ejercitar hábitos que nos permitirán ser mejores personas y mejores ciudadanos, ya que, así como nuestro tiempo es valioso también lo es el de los demás. No olvidemos que la vida es muy corta y lo mejor es aprovechar el poco tiempo que tenemos en este planeta.
Máximo Serdán