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'Sr. Pig', del impredecible Diego Luna

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  • 'Sr. Pig', del impredecible Diego Luna
  • Maximiliano Torres

Dos personajes cansados de sus vidas emprenden un viaje en el que hacen las paces con sus conflictos interpersonales e internos. Escríbelo bien, y es cualquier película de Alexander Payne (Sideways, Nebraska, The descendants), escríbelo mal y es Sr. Pig, la cuarta película de Diego Luna como director.

Ambrose (Danny Glover) es un viejo criador de cerdos que acaba de perder su granja. En los primeros minutos de Sr. Pig lo vemos subirse a una Van acompañado de Howard, su cerdo más preciado y única pertenencia valiosa. Su destino es Guadalajara, México, en donde tiene planes para hallarle un nuevo hogar a Howie. Al enterarse del viaje de Ambrose, su hija Eunice (Maya Rudolph), se apresura a alcanzarlo y cuidar de él. La búsqueda de un comprador digno para el cerdo y el trayecto por el México rural, darán a padre e hija la oportunidad de limar asperezas emocionales.

Es de aplaudirse que ninguna nueva película de Diego Luna se parezca a la anterior. Ni en forma, ni en fondo. Su debut, JC Chavez (2007), retrató al máximo ídolo del boxeo mexicano; luego, en Abel (2010) exploró la psicología infantil en un niño que suplanta a su papá cuando éste se va de casa; después, en César Chávez (2014) exaltó la figura de un activista chicano de derechos laborales y civiles. Todavía inquieto en su búsqueda de temas y estilos, Luna adopta el look del cine independiente más austero, con cámara en mano, fotografía realista y dos grandes actuaciones que llenan el espacio de cualquier alto presupuesto y efectos visuales.

En su actuación solitaria y agónica, Danny Glover es imponente, en tanto que ver a una enorme actriz cómica como Maya Rudolph contener su expresividad de gestos y voces en favor de una actuación matizada es interesante. La efectividad de este par poco tiene que ver con el material que se les pide interpretar.

Es obvio que en Sr. Pig la historia está en el hombre distanciado de sus seres queridos, aferrado a salvar el símbolo de sus mejores tiempos, decidido a cerrar y reparar ciclos. Lo que no es evidente, ni tampoco yace entre capas y capas de complejidad, es qué le da a esta historia su cualidad cinematográfica. Cuál es su propósito, su particularidad dramática. La clave de estos dramas de concepto sencillo y observación de conductas son los defectos y fallas de los personajes, y la rutina entre Glover y Rudolph, aunque lograda en tono y en cómo evita sentimentalismos, revela poco de esta mancuerna padre-hija.

Este viaje familiar es tan inadvertido que Ambrose y Eunice, dos norteamericanos, se internan hasta el centro de nuestro país sin experimentar ninguna clase de choque o intercambio cultural. Pasan por hoteles, hospitales, puestos callejeros y hasta por vendedores bilingües de vacas sin poner atención al entorno. Pareciera que el cambio de geografía no influye en su viaje, ni en su estado de ánimo.

Con aciertos aislados que no la consolidan, Sr. Pig pasa como un homenaje a Alexander Payne en el que sí, en efecto, vemos a gente triste en fachas, pero no la sensible construcción de personajes. La gran ventaja de Diego Luna es que, seguramente, la siguiente cinta que dirija será completamente distinta y restaurará nuestro interés por seguir viendo su trabajo.

@amaxnopoder

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