Fui víctima de mi primer gran spoiler hace veinte años. Mientras el ejecutivo de un call center me atendía al teléfono, en vez de pausar mi llamada con música de espera, les contó a sus compañeros de cubículo que una noche antes había ido a ver El sexto sentido. Y contó el final. Reveló el secreto del personaje de Bruce Willis, inimaginable para todos. Así me fue arruinado el plot twist del siglo XX. Con el tiempo reconsideré que, independientemente de haber sabido su desenlace antes de verla, El sexto sentido seguiría siendo una gran película. Los spoilers solo arruinan cintas cuya trama es su única virtud. Si la película más esperada del verano se echa a perder cuando te cuentan el final, los cameos o las muertes, entonces esa película, en efecto, no es más que la película más esperada del verano. Pienso en esa anécdota ahora que algunos aficionados de Marvel se encuentran inconsolables después de haber sufrido algún spoiler de la anticipadísima Avengers: Endgame (y porque de algo tengo que hablar si no me van a perdonar que cuente detalles de la trama). La buena noticia que tengo para a ellos es que no hay spoiler que pueda arrebatarles la experiencia de esta culminación de fase en el Universo Cinematográfico Marvel. La adrenalina de conocer a su debido tiempo un secreto bien guardado es pasajera. Los demasiados momentos que Endgame construye para el goce de la audiencia son atesorables.
Una sinopsis apta para esta delicada ocasión sería: luego del enfrentamiento fallido con Thanos, en el que la mitad de los seres vivos de la Tierra desaparecieron, surge una posibilidad de revertir la catástrofe. No todos los héroes sobrevivientes estarán de acuerdo con este último recurso. Una vez que los escépticos superen la culpa, el orgullo herido o la frustración de la derrota que costó millones de vidas, Los Vengadores se reagruparán para el intento final de salvar a la humanidad. Con un suceso abrupto que ocurre tan pronto como al minuto diez de las tres horas de duración, el guión desbarata la idea preconcebida que seguramente muchos teníamos sobre cómo se desarrollaría la historia. Ante una trama ahora impredecible, la expectativa se multiplica y se reducen a cero nuestras oportunidades de poder ir al baño. El balance de la acción no es lo único distinto: la intención de Marvel de propiciar un desapego de estos superhéroes es tan declarada que incluso hay cambios de aspecto físico en ellos. Ya no tienen la constitución icónica con la que reinaron en la cultura pop durante once años.
El antídoto para los temidos spoilers es la dirección de los hermanos Russo. Encomendada a dar cierre a la llamada Infinity Saga, esta dupla dimensionó la misión en su debida magnitud.
Conmemoran once años de películas en tres horas en las que el tono dramático es ambicioso, el lenguaje fílmico es -por momentos- superior al de un blockbuster (el inicio y final tienen la sensibilidad de una pequeña cinta independiente), diferentes géneros se mezclan, una veintena de superhéroes interactúa sin fatigarnos y el tiempo que les lleva acomodar todo esto transcurre como un salto cuántico. El primer acto es totalmente un drama sobre la vivencia del duelo, el segundo una aventura sci fi, el tercero vuelve al concepto de la batalla final en un clímax triunfalmente coreografiado. Y con esa secuencia de créditos, Avengers: Endgame se convierte en una emotiva ceremonia de clausura. O de graduación.
Escuché sollozos detrás de mí en la sala. Cuando nos repongamos del impacto, tendremos que enfrentar una pregunta. ¿Qué hará Marvel para superar esto?
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