Cultura

Poesía y pesadillas

Miedo: El libro de los espejos. A. E. Quintero. De Otro Tipo. México, 2022.
Miedo: El libro de los espejos. A. E. Quintero. De Otro Tipo. México, 2022.


Poema en prosa o poesía conversacional convulsa, arrebatada, inquietante. La poesía se materializa como un canto, feroz oráculo, llamada desde la sombra: espiral sin retorno que desciende al abismo. Susurros que se convierten en alaridos, obsesiones incurables para ir más allá y enfrentar entelequias de un espíritu indómito. Desasosiego, terror, desolación.

Leer este poemario de A. E. Quintero remite a una experiencia sensorial. Viene a recordar que no toda la poesía desencadena pasajes de amor y escenas melifluas. Así como Elsa Cross exploró las distintas maneras que existen para nombrar y concebir al insomnio, A. E. Quintero hace lo suyo con lo que atropella y nulifica nuestro sentido común: el miedo.

Borges, citado por José Emilio Pacheco en sus conferencias sobre el autor de El Aleph, rememora el origen de la palabra monstruo, que quiere decir “lo que se muestra”. Pacheco refiere que “monstruo es el milagro, la maravilla, el portento, lo que está fuera de lo común. De ahí el elogio de Lope de Vega: ‘monstruo de la naturaleza’”. Y enfatiza que sólo “en segunda y contradictoria acepción, ‘monstruo’ es ‘persona, animal o cosa antinatural, contrahecha o deforme’”.

¿Este libro es una recopilación de maravillas, de asombros?

Hay un lienzo de 1781 muy acorde con las ideas de Quintero, La pesadilla, también conocido como El íncubo, de Johan Heinrich Füssli. Inscrito dentro del romanticismo, retrata a una mujer dormida, poseída por un demonio pequeño que se coloca en su vientre y está acompañado de la figura fantasmal de un caballo. Íncubo, demonio, pesadilla, alimaña o monstruo. Borges aclara en una de sus conferencias incluida en Siete noches (Fondo de Cultura Económica. México, 1980) que la palabra nightmare, pesadilla, representa a la yegua de la noche; y que incluso Shakespeare lo entendió así. Y también está la aportación del doctor Johnson que añade Borges en su ensayo: “Dice que corresponde con la mitología nórdica, que ve a la pesadilla como producida por un demonio; lo cual haría juego, o sería una traducción, quizá, del efialtes griego o del incubus latino”.

Fantasmas, diablos, íncubos, habitan en estas páginas, sin el menor recato. La sabiduría de una mujer se despliega como una imagen inquietante, cuando un niño refiere que su abuela le contaba que algunos muertos entran a los árboles para descansar del viento. “y que por eso/ ciertos árboles dan miedo de noche. Hay algo muerto en ellos que observa, que los mueve./ Algunas calles están llenas de ellos./ Un parque de noche a veces es un pueblo de fantasmas./ Frente a mi casa/ hay un árbol por el que la gente no pasa./ En noches de viento yo lo he oído gritar,/ cada hoja pareciera intentar decir algo,/ pedir ayuda./ Incluso de día la gente no pasa cerca”.

La voz de la poeta fluye sin impostaciones; es contundente y, a la vez, ácida porque el miedo perturba, hace que entremos en un estado de conciencia diferente y veamos otra cara de la realidad. La turbación atormenta, pero también teje, ata y desata ideas. Es “la oscuridad con movimientos involuntarios”, cuando “los objetos dejan de parecerse” y “las puertas adquieren un sonido desajustado que no tienen de día”. Sin aliento, sin palabras. El temor destruye y adquiere un ritmo, un zumbido inquietante como al escuchar que alguien reza un rosario o una plegaria a un difunto. En cada apartado del libro figura una cita de la Biblia que nos escupe en la cara lo cerca que estamos de espíritus malignos y del diablo.

A fin de cuentas, no todos los demonios son malos. El íncubo o monstruo que vive en este poemario, pacta así con el poeta. “Si me dejas salir de este poema/ nadie volverá a meter su lengua oscura en tu corazón./ No volverás a desear que alguien te apoye./ Nadie tiene por qué ser más fuerte que tú./ Te conseguiré un amor que no se quiebre cuando caiga./ Un beso como un camino que no se acabe con la puesta de sol./ Dinero. Pareja. Salud. ¿No quieres tener éxito?”.

El poeta debe repetir el nombre del maligno dos veces. No se trata de cualquier leviatán, sino de Asmodeo, el demonio responsable de pervertir los deseos sexuales de los humanos, de motivar la voluptuosidad y hacer que las almas sean condenadas al segundo círculo del infierno dantesco.

¿Cuántos monstruos deambulan por este poemario? ¿Cuántos de ellos nos trastornan? Son ellos o son el reflejo de lo que nos perturba, de nosotros mismos.

Mary Carmen Sánchez Ambriz

@AmbrizEmece

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Mary Carmen Sánchez Ambriz
  • Mary Carmen Sánchez Ambriz
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  • Ensayista, crítica literaria y docente. Fue editora de la sección Cultura en la revista Cambio.
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