El último argumento del Rey. Luis Miguel Estrada O. Fondo de Cultura Económica. México, 2024.
Arthur Conan Doyle, Jack London, Ernest Hemingway o Julio Cortázar en otros ámbitos; o Ricardo Garibay, Rafael Ramírez Heredia y Pedro Ángel Palou entre nosotros: todos ellos han sido practicantes del boxeo literario, una escritura que en sus mejores momentos integra los ritmos de lo que ocurre en el gimnasio o el cuadrilátero, maneja sus estrategias, se defiende y ataca.
En ocasiones el habla de los boxeadores también se vuelve eco de su historia, parte de su carácter. De ahí que pueda divertirnos que un peleador declare que no será un campeón “emífero”. Mucho de las glorias de Rubén El Púas Olivares estaban, o están, en su forma de expresarse…
En El último argumento del Rey, Luis Miguel Estrada O. opta por un modo neutro que aplica a las varias voces que dan cuenta de la historia de Orlando Cano, incluido el protagonista, quien hace su carrera en la división de peso pluma y logra ser campeón del mundo. No habrá algún tic o fórmula que los identifique. Interesa más a Estrada seguir el viaje completo del atleta, desde sus inicios hasta el cierre de su carrera profesional, que el cómo hacerlo. Se centra en cuestiones técnicas del deporte, las maneja muy bien; y olvida que su novela tendría que ser, ante todo, no el reporte completo de una vida dedicada al boxeo, con recursos periodísticos directos, sino sobre todo escritura.

Es decir, el currículum de Cano, el peleador que inventa Estrada, parece correcto. Refiere el modo como se involucra en el boxeo, los dramas familiares que lo acompañan, sigue su ascenso y narra de modo eficaz sus principales peleas. Hay además una buena construcción de la historia a partir de la invención de una periodista, Carol Ortega (que acaso debe su nombre a Joyce Carol Oates), quien debe migrar de la escritura al pódcast (ante la crisis de los medios impresos), y de éste al libro para plasmar esa vida deportiva. Se trata de una obra realizada a partir de entrevistas grabadas (algunas por Zoom) en las cuales opta por no reflejar las peculiaridades lingüísticas, digamos, de quienes ofrecen sus testimonios, y donde la voz del protagonista, Cano, se presenta tan correcta como las de los demás… Y quizá eso falta: que cada uno se exprese a su manera.
Acaso Estrada evitó la caricatura de la jerga a lo Garibay pero su escritura llana a la vez neutraliza la novela, le resta una capa que mucho hubiera aportado en la construcción de los personajes.
Otros fueron sus intereses: hacer un retrato convincente de un peleador mexicano en el arranque del siglo XXI, quien debe enfrentar los desafíos de las redes sociales e incluso la pandemia para mantener a flote su carrera.
Si se revisa el libro técnicamente, en cuanto a los usos y costumbres que rigen el boxeo en la actualidad, la valoración sería positiva. Lo escribe un conocedor o incluso un especialista. Las crónicas insertas de las peleas importantes de Cano llegan incluso a emocionar, como si hubieran sido peleas reales: “Al venir la carga, alargó un paso por debajo de la trayectoria predecible de los golpes de Roman y disparó un volado de derecha fino, preciso, articulado con la sencillez de un golpe mil veces entrenado que aterrizó en pleno sobre la cara de un Roman sorprendido, confundido, con las piernas perdiendo momentáneamente el control y las rodillas doblándose hasta hacerlo tocar con una mano la lona buscando recuperar el equilibrio”.
Pero falta un poco eso: que las voces participantes abandonen esa neutralidad y sean únicas u originales, tal vez sólo con algunos tics y algo pequeño o fino que las identifique, sin llegar, si eso es lo que se quiso evitar, al trazo grueso o la caricatura populachera… Mas el habla culta o correcta tampoco parece ser el camino más seguro para triunfar en el boxeo literario. Si se llevara esto a terrenos boxísticos, se trataría de un peleador sin mucho temperamento, con un estilo predecible que no deja lugar para la sorpresa o el gesto distintivo. Que hace lo que tiene que hacer, sin sobresaltos.
Visto como reportaje (que no lo es), el libro cubre muy bien esa carrera y la ubica en los retos actuales en donde hay muchos organismos boxísticos. Ahora la gracia de los peleadores está también en el modo como se mueven en las redes sociales, ese ruido que tanto molesta al mismo Orlando Cano y que lo mantiene en un sitio un poco en la sombra y del que sale a fuerza de buenas peleas. Ese punch escritural le hubiera dado a la novela mayores alcances. Aunque la historia no es mala y está todo, digamos, bien reporteado. Luego de revisar las tarjetas podría decretarse, en este caso, un empate técnico.
Mary Carmen Sánchez Ambriz
@AmbrizEmece