
Rafael Courtoisie (Montevideo, Uruguay. 1958) realiza lo que podría llamarse reconocimientos, una suerte de homenajes a varios autores. Son retos, juegos, guiños literarios o, porque no, antifaces. Courtoisie se disfraza de Houellebecq, Silvia Plath, Paul Celan, Alfonsina Storni, Alaíde Foppa, Bob Dylan, Rubén Darío, Emily Dickinson, Clarise Lispector, Kafka, Antonio Porchia, Raymond Carver, Virginia Woolf, Elizabeth Bishop, Todorov y Juan Rulfo.
Este libro atípico no se encuentra cercano a la apropiación, menos al plagio, sino a la imitación. El ejercicio consiste en escribir como ellos y que ese texto pueda tener credibilidad entre los lectores. Imitar, hacerse pasar por otro.
En el prólogo a la antología, el autor confiesa que todos los textos fueron soñados y escritos por él. Y da una razón contundente, porque “el poeta del siglo XXI en ocasiones debe ser muchos para ser uno, para encontrar esa esencia que viene desde el fondo de la historia y desde el comienzo de la literatura”. Courtoisie refiere que Octavio Paz hubiera dicho: “Homenaje y profanación”, al explicar que en realidad es su propia voz la que intenta desplegar un mundo de voces “entre la intertextualidad y la invención”.
En 2015, el escritor argentino Sergio Chejfec, publicó Últimas noticias de la escritura, en donde reflexiona sobre las formas de escribir y sus cambios a lo largo del tiempo. Ahí revela que hace años destinó bastantes tardes para copiar relatos de Kafka. Imaginaba que el estilo kafkiano se impregnaría en él por el simple hecho de hacer un ejercicio de caligrafía con sus cuentos. Courtoisie, a diferencia de Chejfec, los imita en su manera de escribir.
En estas parodias resulta inevitable recordar a Joyce cuando en el Ulises transita por los principales estilos de la literatura inglesa. Y Cabrera Infante en Tres tristes tigres hace que la muerte de Trotsky sea narrada por varios escritores.
Con “La noche de Sara Luna”, se incluye el nombre de Juan Rulfo. El antologador dice que el manuscrito lo encontró Paco Ignacio Taibo II, en una casa que perteneció a Rulfo. Describe que entre un manoteo, se lograron recuperar varias hojas antes de que fueran devoradas por el fuego. Conociendo cómo son los herederos con todo lo relacionado con Rulfo, Courtoisie dice que la familia Rulfo niega su autenticidad, pero que estudiosos de una universidad de los Estados Unidos no están de acuerdo e incluso han reconocido que las anotaciones al margen las hizo Rulfo. El relato se titula “Zamudio” y de ahí se desprende “La noche de Sara Luna”.
México también queda representado con la presencia de la poeta Itzel Xochitzin, seudónimo de Rosario Rodríguez Bastos, nacida en 2036, nacida en Tlaxcala. Ella escribe un poema al mercado de Mixcoac que porta un epígrafe de Paz: “Mixcoac fue mi pueblo: tres sílabas nocturnas”.
Otra ocurrencia es cuando menciona que, con motivo del centenario de la muerte de Rubén Darío, se ubicó un inédito del poeta. Gracias a una médium fue que se logró obtener este poema que lleva por título “La tentación de Penélope”. Es posible imaginar la sesión espiritista y que, de pronto, la médium repitiera lentamente cada uno de los versos.
Entre otras mujeres convocadas se encuentran Clarice Lispector con “Mujer desnuda en el paraíso” y Alaíde Foppa con “La página blanca”. El poema de Foppa hace alusión a su repentina desaparición, a la desolación y la maternidad; la visión del cuerpo femenino, en un tono de introspección, también queda expuesta en la prosa que se le atribuye a Lispector. El hallazgo de “Mujer desnuda en el paraíso” en realidad es un fragmento con el que inicia la novela inédita Agua branca, “tipografiada en una máquina de escribir que tenía la ‘e’ defectuosa (le faltaba la parte del pie de la curva inferior)”.
Lo que está fuera de tono es la presencia del único que no es escritor: Trump. El ex presidente de los Estados Unidos escribe el poema “Sabemos quién mató a Kennedy”. Cabe señalar que el texto fue recuperado de los archivos confidenciales de la CIA, en 2020. Bien se lo pudo haber ahorrado en este bazar de asombros literarios, dado que Trump en varios sitios incomoda y aquí no es la excepción.
En días de incertidumbre, como los que ha traído la pandemia, este tipo de libros despiertan la curiosidad y la inevitable comparación. Leer a Courtoisie, quien no pierde la oportunidad de imitarse a sí mismo, es como respirar aire fresco.