Política

Ucrania en código Damasco

Ciudadanos ucranianos se refugian en las instalaciones del Metro en Kiev tras el ataque de las tropas rusas. Viacheslav Ratynskyi /REUTERS
Ciudadanos ucranianos se refugian en las instalaciones del Metro en Kiev tras el ataque de las tropas rusas. Viacheslav Ratynskyi /REUTERS

Mientras el mundo atendía a principio de semana las reacciones al anuncio inicial de Putin sobre Donesk y Lujansk, una voz en Moscú avisó que Siria se uniría al reconocimiento de Rusia sobre las regiones ucranianas. Dmitry Sablin, miembro de la Duma y encargado de asuntos con Damasco, cobraba su inversión de los últimos años.

No es necesario que la Asamblea del Pueblo, el legislativo sirio, hable por sí mismo. Desde Moscú pueden hacerlo. Horas más tarde, el ministro de exteriores Faisal Mekdad, confirmó su respaldo y cooperación.

Se ha escrito ampliamente de la relación entre ambos países. Nadie con un dedo frente pone en duda que, sin la intervención rusa en la guerra civil, el régimen de Assad no habría logrado sostenerse como lo ha hecho y menos recuperar el grueso del territorio. Con cerca del 90% de su población por debajo de la línea de pobreza, la dependencia siria al trigo ruso es de sus habitantes como lo es del régimen y su control sobre esos habitantes. Tampoco han sido pocas las visitas rusas a la base naval que ha expandido Moscú en Tartus, al sur de Jmeimim, donde se encuentra otra de sus bases, ésta aérea, en Latakia. En ambas instalaciones, las fuerzas rusas desplegaron ejercicios militares cuando todas las noticias internacionales se enfocaban en su avance de tropas hacia Ucrania, días antes de la invasión este miércoles. La certeza de Sablin y la velocidad de Mekdad se deben también a elementos menos obvios y fuera del lugar común, propio de conflictos usualmente vistos en códigos geométricos.

A punto de cumplir los once años de guerra en Siria, sigue siendo necesario explicar que las visiones dicotómicas tienden a sólo ser una exhibición de limitaciones escogidas. Lo mismo para Damasco que para Kiev. Leer en código Palacio Nacional a Ucrania y forzar lógicas donde rechazar a Putin equivale a celebrar a Biden, es tan maniqueo como equiparar la invasión rusa con los ataques de Israel contra posiciones del Hezbollah en Zakiya, al sur de la capital siria. La primera razón es que estos últimos contaron, como otros dirigidos anteriormente hacia la milicia islamista, con la mirada convenientemente distraída de Moscú. Tras la condena israelí a la invasión, es probable que lo anterior se modifique.

Si bien la lectura natural lleva a pensar que Damasco paga con sus declaraciones los favores rusos, estos son más amplios que el apoyo militar proveniente de Rusia. Ya sea el histórico o el actual, desde 2015.

Hace tiempo que la dictadura de los Assad abdicó de cualquier contenido y se dedicó a la mera permanencia en el poder. Sí, un gobierno instaurado por un golpe de Estado en los años setenta y heredado de padre a hijo, con el control absoluto de libertades, es una dictadura. Otra diferencia no menor con Ucrania. Las sanciones internacionales tanto al gobierno de Bashar como a su círculo, mermaron la economía local y sus finanzas personales. En Latakia, la región alauí y origen de la familia Assad, se ha desarrollado una forma de economía controlada por el régimen que ninguna ingenuidad aceptaría ajena al conocimiento de Moscú. Desde sus cercanías se produce y distribuye captagón, una anfetamina fuente de ingresos primordial para Damasco. Según algunas estimaciones, el comercio de captagón mueve unos 16 mil millones de dólares, en un país cuyo PIB anual es de 21 mil millones (Ashtar Mahmoud, “Syria: More than 100 million pills in less than a year. The market’s value could reach $16 billion,” https://kassioun.org/economic/item/64671-100-16). Un solo decomiso en 2020 de 14 toneladas de captagón proveniente de Siria, por parte de la policía italiana, fue valuado en mil millones de euros (https://www.theguardian.com/world/2020/jul/01/italian-police-seize-1bn-amphetamine-haul-from-syria).

Con el epicentro de la producción de captagón en Latakia, las bases operadas y expandidas por Rusia en Tartus y Jmeimim forman parte, directa o indirectamente, de la protección de los Assad en su operación con la anfetamina. Samer al-Assad, primo de Bashar, es responsable de su supervisión mientras su hermano, Maher al-Assad, está implicado en la distribución a través de las fronteras que controla bajo su mando la 4ta. Brigada. Algunos reportes implican también al Hezbollah en dicha distribución. Gran parte de los químicos con los que se elabora provienen de Irán, país que responsabiliza a la OTAN de la invasión rusa a Ucrania. De consumo en los países del Golfo, también se vende en el resto de Medio Oriente y Europa del este.

Es posible que en esta ocasión los códigos nacionales encuentren un paralelismo: México sabe bien los saldos y la violencia producto de la convivencia del poder con el narcotráfico. Esta es otra cara de lo que implicaba el reconocimiento inmediato, incluso antes que el de Cuba, Venezuela o Nicaragua sobre Donesk y Lujansk. Para Siria, una violencia más.

Maruan Soto

@_Maruan

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Maruan Soto Antaki
  • Maruan Soto Antaki
  • Escritor mexicano. Autor de novelas y ensayos. Ha vivido en Nicaragua, España, Libia, Siria y México. Colabora con distintos medios mexicanos e internacionales donde trata temas relacionados con Medio Oriente, cultura, política, filosofía y religión.
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