No sólo depende de sus acciones o inacciones emblemáticas, la naturaleza de los gobiernos se refleja con la mala relación de sus funcionarios hacia los gobernados en la búsqueda por transformar el espíritu del gobierno en el del Estado.
El deterioro mexicano es legado de nuestra historia política. Hoy, parte no solo de las altas cúpulas sino de las medianías: el pequeño gran burócrata, ideologizado. Ese con poder sobre el grueso de funcionarios; intérprete constante de una voluntad superior a él, con el respaldo de los adherentes a su esquema.
Pequeños grandes burócratas y adherentes aseguran su derecho a insultar vidas desde lo terrenal, a afectarlas con la impunidad donde se borran los límites obligados en el ejercicio de gobierno sobre el discurso identitario. Un megáfono pide la gratitud del ciudadano a los gobernantes por una dosis de vacuna. Así se crean los regímenes, dueños de los grandes aspectos de la vida pública y jueces de las preocupaciones cotidianas.
El pequeño gran burócrata posee micrófono; se embriaga en su propio discurso y niega la posibilidad de cualquier problema en él, negando así los problemas en los objetos del discurso. La dialéctica vuelta constructora de verdades permite espetar barbaridades sin distinciones. Corrompe aprendizajes en función de su causa. Para unos la literatura sólo tiene validez a partir de su compromiso ideológico y la catástrofe de la enfermedad es el abandono a la fe.Para otros, la patanería es válida al asumir impecable su trabajo. Alguno más será capaz de felicitarse a sí mismo.
Los fueros ideológicos del gobierno mexicano hacen metástasis en aquellos sin pudor a convertir la idiosincrasia de sus convicciones en las del conjunto político, ya no solo de su administración.
El conocimiento, la relación social en un acto de gobierno o de autoridad, es un mero accesorio ajustable a las necesidades del discurso. El peso sobre las intenciones oculta sus vicios y cualquier daño producto de ellas. Los convencidos de la virtuosidad en dichas intenciones anulan la historia, el contexto.
Si tan solo estos regímenes no dependieran tanto de sus símbolos, verían la diferencia entre verdad, verdad jurídica y verdad simbólica.
Maruan Soto Antaki
@_Maruan