Política

Costos del movimiento

La condición de movimiento que llevó el gobierno mexicano al poder es también su vulnerabilidad. De él y del Estado. Una vocación a la autodestrucción de sus aspiraciones se dibuja en el paralelismo, de movimiento a gobierno y de estructuras a instituciones. Aquella fuerza aglutinadora de elementos disímbolos mostró ventajas electorales. Nada más. Conforme pasan los meses se van exhibiendo lastres.

Los movimientos tienden a diluir matices. Para bien y para mal desaparecen en una figura única. El Presidente no entiende que al transformar en gobierno su movimiento, sin abandonar esa condición, cada atropello, torpeza o incapacidad son de su propiedad. Es suyo el arribismo del gobernador electo de Baja California al intentar ampliar su periodo de mandato. La impericia del gabinete de Seguridad que provocó el asedio a Culiacán es de él. Al espetar que a los migrantes se les enviará a Marte, la imbecilidad del titular del Instituto Nacional de Migración se incorpora al proyecto de nación. La limitación discursiva de su vocero al minimizar el rocío de gas pimienta a un grupo de alcaldes es la que el Presidente alimenta en un mal ejercicio de pedagogía política que niega matices. Muchos de ellos locales.

Son pequeños y grandes escándalos que minan la permanente construcción de un Estado. El Estado no es una figura perfecta que resuelve todos los problemas, sino el espacio que balancea su imperfección bajo un piso común de diálogo, rendición de cuentas y equidad. Se trata de un proyecto inconcluso que jamás podría terminarse. Su mantenimiento depende de la evolución de instituciones.

Una institución cobra madurez al alejarse de la condición de estructura. Los gobiernos decentes no confunden las prioridades de un Estado con las del movimiento. Avanzan de aquel que les dio legitimidad electoral. Solo así gobiernan a todos y no apenas a los suyos. Son procesos de emancipación similares. México es un país que descansa más en la precariedad de sus estructuras, que en el cuidado de sus instituciones. La retórica a su alrededor da permanencia, pero no asegura futuros.

Algunas instituciones hacen esfuerzos por dejar de ser estructuras, el paso previo. Ningún gobierno ha claudicado en la intención de regresarlas a su etapa inicial. Las instituciones encargadas de arbitrar la democracia, del cuidado a los derechos humanos; de lo mensurable en un mundo que se aleja de la verdad, se han acostumbrado a combatir las conveniencias afectadas por su existencia. La lucha contra la involución política mexicana.

En esa misma línea se encuentran hoy los poderes nacionales. Muy atrás, en un franco retroceso que las acerca a la inexistencia, sus posibles contrapropuestas políticas.

Una flaqueza del gobierno actual reside en la negación a abandonar la condición que le dio origen. La de la oposición, en la inaudita incapacidad para orquestar un discurso paralelo que proponga un proyecto de país.

Entre las inconsistencias de un gobierno y la frivolidad de su oposición, dejamos de lado la creación de instituciones que promuevan anticuerpos locales a la corrupción, a la violencia y el desamparo. Soluciones regionales para un fin nacional. El movimiento las borró con su marea. 


@_Maruan


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Maruan Soto Antaki
  • Maruan Soto Antaki
  • Escritor mexicano. Autor de novelas y ensayos. Ha vivido en Nicaragua, España, Libia, Siria y México. Colabora con distintos medios mexicanos e internacionales donde trata temas relacionados con Medio Oriente, cultura, política, filosofía y religión.
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