Cortázar encontró su lectura revelada del mito del Minotauro a partir de su entendimiento del ser poeta. Yo comparto aquí mi lectura de la Torre de Babel Génesis 11:1-9 a partir del mismo entendimiento de un ser poeta.
Cuando el hombre encontró un sitio propicio, se dispuso a construir una ciudad para siempre quedarse ahí, y una torre que llegara hasta el cielo, para llegar donde está la protección de Dios. Entonces hablaba toda la humanidad una sola lengua.
La lectura tradicional de este pasaje bíblico se centra en el castigo enviado por Dios ante la soberbia del hombre, multiplicando las lenguas y provocando su confrontación. Los invito a leerlo de esta manera metafórica: Para llegar a Dios no se habita una sola ciudad, ni se escala una enorme torre.
El descubrimiento de Dios está en el caminar, en los caminos, y en la imposibilidad de explicar su misterio vivo desde lo humano. Es así que las múltiples lenguas, se desprendieron para multiplicar en el hombre las posibilidades de comunicar en palabras, las maravillas de la vida terrenal y lo inexorable divino en todas sus manifestaciones.
Sumados todos los idiomas, apenas alcanzan a describir un mínimo tremor del alma humana, o de la hoja ante el viento. Dios no los dispersó, sino que los diversificó creando el infinito e insuficiente alcance de lo que, con sus nuevas lenguas, el ser humano podría pronunciar.
Para algunos el pasaje de Babel es una segunda salida del paraíso, porque al instalarse en sí mismo, es decir, al separarse de Dios, el hombre perdió el lenguaje común originario: el místico, y quedó habitando en las lenguas del mundo terrenal, con las que los poetas intentamos pronunciar -asir- una sílaba de la poesía de la vida y el espíritu.
Recuerdo a mi madre y a mi amigo Frank cuando leían un ensayo no-emotivo como lo es este, me decían: “no es fácil entenderte”. Invito a los lectores a encontrar su propia metáfora, su lectura revelada, en todo lo que lean. Les invito a leer con la mirada en la niebla, no en la montaña.
