Recobrar el niño interno es una tarea que deberíamos proponernos todos, sin importar la edad cronológica que tengamos; “esa parte vital, pero sumergida del Yo que nos conecta con la alegría -y con la tristeza- de nuestra infancia, es precisamente la clave para alcanzar nuestra plenitud como adultos”.
Como explica el libro Recuperar el niño interior, ese lugar infantil “es el Yo que realmente somos, que siempre hemos sido”, pero que hemos dejado olvidado en un rincón, en la mayoría de los casos.
En palabras de Carl Jung, el niño interior es el símbolo de “la parte de la personalidad humana que quiere desarrollarse y llegar a ser todo”, por lo que recobrarlo permitiría el surgimiento de la sabiduría que esta energía puede aportar a la conciencia responsable del adulto.
Más allá del trabajo que hay que hacer para sanar al niño interno herido, la esencia de esa conciencia infantil nos habla de sencillez, espontaneidad, alegría, confianza, de la capacidad de asombro, de disfrutar, imaginar y jugar, y de nuestra energía creativa más genuina.
Hay muchas asanas que pueden llevarnos a abrirle la puerta al niño que fuimos y que seguimos siendo en el fondo; una de ellas es Simhasana, la postura del León.
La posición trabaja principalmente con los músculos y órganos de cuello, la cara y la parte alta de la espalda, por eso ayuda a liberar todo eso que a veces se quisiera expresar sin lograrlo y que se queda atorado energéticamente en estas zonas del cuerpo.
Pero la postura del León invita sobre todo, a ser fieles a nosotros mismos y a nuestra verdad cualquiera que ésta sea, por eso se dice que su práctica cultiva Satya, que en sánscrito significa verdad o correcto.
Armando la postura
Repartiendo el peso del cuerpo entre los muslos y las rodillas, alarga el tronco hacia delante manteniendo la espalda recta. Coloca las palmas de tus manos sobre las rodillas y estira los brazos, siente cómo se extienden los omóplatos. Separa los dedos de las manos, presionándolos contra las rodillas. Abre la boca y estira la lengua hacia la barbilla tanto como puedas. Dirige la mirada hacia el centro de tus cejas. Inhala por la nariz y, mientras exhalas por la boca, haz el sonido ‘ahhh’. Para lograr el efecto completo del ejercicio, prueba a rugir como un león. Ríete, diviértete y disfruta. _
(Con información de sikana.tv y editorialkairos.com)
Marién Estrada