Una de las cosas más importantes que hay que entender, cuando hablamos de yoga para niños, es que la mejor práctica para los pequeños es la que fomenta esas cualidades que de manera natural los niños poseen como la flexibilidad, el sentido del equilibrio, la conexión entre el cuerpo y las emociones, y la capacidad de entregarse sin miedo a los procesos. En resumen, el Yoga hace que ese estado de unión y presencia, interno y externo, permanezca.
Hay decenas de beneficios que la meditación o el yoga generan, mucho más cuando éstas se inician de manera temprana. De entrada, gracias a la práctica yóguica, los niños aprenden a respirar de forma completa y profunda por medio de la respiración abdominal, lo cual además de mantener la energía fluyendo, calma y estabiliza la mente.
Para Mamen Duch, autora de Relajaciones: Grandes herramientas para pequeños guerreros, “con el yoga no solo les ayudas a centrarse, a tomar conciencia de su cuerpo y de su respiración, sino que les ayudas a descubrir en su interior herramientas para poder volver a la calma o la concentración en momentos complicados”.
De esta manera el yoga en los niños mejora la flexibilidad, aumenta la fuerza y resistencia, disminuye la competencia, fortalece los músculos, ayuda a la coordinación y la concentración, favorece la conciencia corporal, ayuda a identificar los estados de calma mental y cómo entrar en ellos; facilita la conexión profunda con el yo interior, desarrolla una relación íntima con el medio ambiente, además de que promueve autoconfianza y estados de amor, compasión, paz y no violencia.
En general, los niños realizan las mismas posturas que los adultos, con excepción de las posiciones sobre la cabeza en el caso de los más pequeños, pues sus cervicales están aun formándose. Pero el Árbol, por ejemplo, es una postura muy socorrida que fomenta el equilibrio. Los más chicos pueden apoyarse en la pared o pueden apoyarse uno en el otro.

Otra postura muy divertida para los niños es la del Gato, que les hace estirar la columna como felino contento cuando va hacia abajo y enojado cuando se arquea hacia arriba. Una más es la del Bebé feliz, donde acostados boca arriba y tomando los pies con la manoas, con rodillas flexionadas, se mejora el estado de ánimo jugando a ser bebés, y se refuerza esa energía nerviosa positiva y gozosa muy propia de los niños.