Un caso que ejemplifica la vida cotidiana de algunos españoles que llegaron a principios de la segunda década del siglo XX es el de la Familia Herrero.
Don Jesús Herrero Bravo, oriundo de Piña de Campos, Palencia y su esposa María Asunción García Herrero de Sotobañado, Palencia.
La pareja llega a Torreón a poner una pequeña tienda llamada “La Popular” se encontraba en la avenida Ramos Arizpe, entre calle Iturbide antes del Ferrocarril hoy Carranza y la avenida Hidalgo, después la tienda se cambia de domicilio a la Hidalgo enfrente del Hotel Salvador.
Doña Dolores Herrero de Córdoba nace en la ciudad de Torreón en 1921, en ese entonces era común que las personas que tenían tienda o cualquier otro negocio lo usaran también como vivienda, ya fuera en la parte de atrás o bien en los altos.
La tienda tenía 10 metros de frente, para entrar a la casa se tenía que pasar por la tienda.
La casa era pequeña: dos cuartos, un patio, comedor y cocina.
La mamá de la señora Herrero iba a comprar al mercado Alianza a las seis de la mañana; las compras se hacían todos los días, tenían un refrigerador de madera y en la parte de arriba había una lámina donde se le ponía hielo diariamente, cada día pasaban los carros de hielo desde las cinco de la mañana.
La señora Herrero compraba 3 kilos, dos trozos grandes diariamente.
En algunas temporadas llegaban los pescadores con bagres y la señora los ponía en escabeche, “comíamos estilo español, nunca tuvimos mucho dinero, pero siempre hubo una muy buena mesa”, me dice doña Lola Herrero de Córdova.
Muy temprano en la mañana se ponía en el fogón el carbón, para hacer el desayuno.
La familia desayunaba: fruta, chocolate con churros que los hacia la mamá y duraban varios días, a veces huevos con chorizo o jamón.
La familia comía la sopa de patatas, a veces puchero, o sopa de ajo, otros días puchero con garbanzo, carne de res o de puerco, la tortilla de papa o pedazos de morcilla fritos, acompañados del pan blanco que lo compraban en la panadería El Bravo que estaba en la calle Zaragoza y de postre fruta.
Algunas veces las natillas con merengues que les llamaba “suspiros de monja”.
Los domingos para la familia el paseo era ir a Lerdo a las huertas y comprar la fruta de temporada para la semana.
Otros domingos iban al Sanatorio Español a visitar a los españoles que estaban enfermos, también la familia era asidua al parque España que se encontraba en la Colón y contaba con frontón y tenis.
En invierno la mamá de doña Lola hacia los chorizos y duraban todo el año, también elaboraba la morcilla, la cecina, hacía prucafe (crema de café). En la casa de los Herrero no se cocinaba con manteca, sino con aceite de oliva y ajonjolí mezclado y se elaboraba las marquetas de chocolate.
El aceite y el cacao se lo enviaban de México cada seis meses de una fábrica que se llamaba La Rosa.
En este aceite era donde se conservaban los chorizos.
Para hacer los chorizos doña Asunción y todas las hijas: Malena, Nina y Dolores se ponían a limpiar las tripas con cuchillo y ya que estaban limpias se rellenaban, se amarraban, y se ensartaban en una varilla y en la noche se sacaban al sereno tres o cuatro días.
Después de ese tiempo, se ahumaban en leña en el fogón durante ocho días, cuando estaban en su punto se limpiaban con un trapo húmedo, ya limpios se metían en la lata de aceite vacía y se acomodaban muy apretaditos; cuando la lata estaba llena se les vaciaba el aceite hasta que quedaran cubiertos.
Doña Asunción mandaba traer un soldador, se soldaba la lata, por lo general se hacían dos latas.
Los chorizos se dejaban macerar un tiempo, ya listos se iban sacando y se comían con pan blanco, o en cualquier platillo, las latas duraban todo el año.
Entrevista con la señora Dolores Herrero de Córdoba en el 2008 para el libro Recuerdos y sabores de la Comarca Lagunera (María Isabel Saldaña, Francisco Durán, Secretaría de Cultura de Coahuila, Organización Soriana, Cimaco, México, 2014).