En muchos países la simpatía le gana a la razón tratándose de votar en elecciones políticas. “Se vota con el corazón, mas no por el cerebro”, se suele decir.
Esto lo saben quienes incursionan en política, de ahí que el político se esfuerce en aparecer no solo simpático, sino generoso, buen orador, echado para adelante con el pueblo, como salvador y reivindicador de sus demandas. Pero, ¿sus antecedentes, su calidad moral, su capacidad para representar y, sobre todo, de gobernar?
De eso no se habla porque ese elector ya fue arrobado, y sigue con ese líder no obstante se esté cayendo el estado o el país… Siguen imperando los mandatos sentimentales y una mal entendida fidelidad. No se interesa por la economía, que se fuguen capitales, cunda el desempleo, vayan desapareciendo las instituciones y predomine la inseguridad.
Decía Adam Smith que “El proceso de la simpatía es la base de la construcción de las relaciones e interacciones sociales”, y tenía razón en cuanto a la importancia de la interacción; pero en la acción de gobernar son otros los factores los que califican a un gobernante, porque la simpatía puede sentirse por cualquier persona tratándose de un sentimiento individual y afectuoso… pero en política es otro el enfoque.
Cuántos casos de gobernantes con simpatía desbordante dieron con el traste a sus países. Observando documentales de Alemania en los años anteriores y durante los primeros dos años de la Segunda Gran Guerra Mundial, constatamos la desbordante simpatía que se mostraba al Führer en sus presentaciones y trayectos por las ciudades, incluso en Italia y Austria; fueron casos de desborde casi religioso.
Pero al final ningún seguidor quería saber nada de su mesiánico líder que dejó en ruinas al país, con millones de hogares de luto. Fue tarde para reflexionar y se vivieron sentimientos de culpabilidad por su insensata adhesión. Los opositores que pudieron sobrevivir a la persecución fueron los que usaron su cerebro y visión, al evaluar al dictador.
Lo peor de lo que puede ufanarse un gobernante es afirmar que es muy popular, y con mayor razón si está en la cúspide de un extraño rating.
Se puede tener simpatía por una persona, pero para creer en él se requiere razonar. Muchos embaucadores, impostores y delincuentes han sido muy “simpáticos”… pero desplumaron a muchos.