Cuando los habitantes de las ciudades se vuelven números, datos para la estadística, meros consumidores y pagadores de impuestos, se convierten en transeúntes, usuarios y entes anónimos que deambulan.
Las ciudades concebidas como espacios de encuentro, de trabajo y con entidades para la recreación y la cultura, van perdiendo poco a poco su esencia y su razón de existir, en la que poco a poco se propicia la sensación de inseguridad y ambiente propicio para progresar.
Tenemos en nuestro país terribles ejemplos de lo contrario, en la que se ha desquiciado la vida estudiantil, comercial y social. Los negocios cierran temprano o no abren, se cancelan las clases, los negocios decaen.
De ellas hay varios ejemplos, difundidos por los medios no sólo del país: los lectores de otros se quedan pasmados al enterarse de las atrocidades que ensombrecen. Se podría decir con ironía, que los países en eterna guerra o conflicto, serían ideales para vacacionar.
La vida urbana con su ajetreo e intenso y peligroso tráfico vehicular, se vuelve impersonal, ausente de solidaridad. El atropellado queda abandonado por su victimario que se aleja y seguir su vida “de matón de transeúntes”.
Los espacios se van saturando, como es el caso de nuestra zona conurbada: cada vez más habitantes, vehículos, basura y accidentes, déficit en los servicios y marginación de las colonias populares.
Los constructoras albergan a la mayor cantidad de personas en el menor espacio posible, compartiendo los vecinos pared con pared, sin áreas verdes, con fraccionamientos o edificios impersonales y una infraestructura que no responde a las necesidades humanas.
Ahora muchas ciudades se han convertido en lugares hostiles para los peatones, sin cruces con seguridad ni agentes que supervisen, fragmentado el frágil tejido de la sociedad que no conoce el sentido de residencia.
Los problemas urbanos están allí, a la vista, pero la autoridad prefiere voltear para otro lado porque la solución tiene un costo, siendo para ella un problema de presupuesto y no de hacer de la ciudad un lugar para vivir si no muy feliz, al menos seguro.
Si no existe un estudio previendo un futuro urbano deshumanizado, estructurando una planeación a largo plazo que garantice seguridad y calidad de vida, entonces el destino nos seguirá alcanzando.