Gran parte de la tecnología que nos ha caído casi de repente, se basa en el almacenamiento de datos, su manipulación y análisis, al grado que se ha acuñado la palabra big data.
Cada aplicación o dispositivo digital refleja el uso práctico del manejo de la información. Lo que vemos en imágenes, la música o realidad aumentada son datos que un ordenador nos muestra para informarnos y necesitamos en el momento.
Se puede imaginar la evolución del almacenamiento de datos como la del transporte a través del tiempo: primero carretas y caballos con poca capacidad. De allí se pasó al servicio ferroviario que se movía con base en la fuerza del vapor, luego al automóvil muy veloz, superado por el avión, capaz de recorrer grandes distancias y con pasajeros y finalmente los cohetes espaciales.
Cada etapa ha llevado un progreso lento pero seguro, ahora superada esa velocidad y en menor tiempo, por el manejo de los centros de datos. En 2017 un diario británico afirmó que “el recurso más valioso del mundo ya no es el petróleo, sino los datos” .
Esto hace pensar en el big data como un recurso esencial en la cuarta revolución industrial. Así como el petróleo generó riqueza y progreso (de ahí la fama de Tampico, aunque el petróleo estaba lejos).
Los datos tienen dos caras: impulsar mejoras en medicina, seguridad, comercio y transporte, pero su recolección masiva puede comprometer la privacidad. Permite conocer hábitos, ubicación, traslados frecuentes y otros aspectos de la vida individual.
La dependencia de redes sociales y la exposición constante a plataformas digitales pueden representar riesgos para la seguridad y autonomía de las personas usuarias.
El almacenamiento en un gobierno tiene gran potencial como herramienta que permite tomar decisiones con base en información, realizar encuestas, censos y mejoras en los servicios públicos, infraestructura y tráfico y salud, así como prevenir crisis sociales, etc.
Sin embargo, en este campo también tiene su riesgo por el descontrol en que puede caer en perjuicio de los habitantes. Puede haber opacidad en el manejo de los algoritmos que puede crear desconfianza.
Esta circunstancia hace necesario una legislación sólida para el manejo de datos que protejan privacidad y garantice veracidad en la información.