A raíz de las masacres ocurridas en varios estados de la Unión Americana en los últimos años, se ha estado extendiendo esa práctica ahora contra las minorías que refleja el odio contra ellas, asentadas en esa nación. El origen está en una malformación en el carácter de los asesinos que carecen de una visión universal del género humano, a la falta de principios y por carecer de estímulos afectivos … Las personas centradas y felices no cometen delitos .
El presidente Trump ha estimulado ese odio con sus discursos racistas. Es un hombre que no ha viajado y menos convivido con personas de otros países y culturas. Está encerrado en su “laberinto de soledad”, sin ideas creativas y sin visión internacionalista. Lo ha dominado el poder del dinero y ahora lo tiene en la política.
Un antecedente del llamado “poder blanco” lo tenemos en el famoso piloto Charles Lindbergh, quien admirador del fascismo afirmó en 1940 que “podemos tener paz y seguridad solo en la medida que nos unamos para preservar nuestra posesión más preciosa: la sangre europea que heredamos; solo en la medida que nos protejamos de ataques de ejércitos enemigos y de que evitemos que esta se diluya mediante (la llegada de) razas extranjeras”.
¿Cuál es la diferencia entre ese manifiesto racista de 1940 del famoso piloto y la declaración del autor de la masacre de El Paso, justificando la carnicería como una “defensa de mi país al reemplazo cultural y étnico que llega mediante una invasión hispana?” Entre octubre y noviembre de 2018, el presidente Trump tuiteó profusamente calificando a las caravanas de migrantes centroamericanos como una “invasión” al territorio estadunidense, advirtiéndoles que “el ejército norteamericano los esperaba”.
Luego, desconociendo la estadística del crimen en su país, aseguró en enero de 2013 que “desafortunadamente, la mayoría abrumadora de delitos violentos en nuestras principales ciudades, es cometido por negros e hispanos”, declaración aparejada a sus arengas contra los mexicanos, describiéndonos como delincuentes y violadores, durante su campaña electoral y en estos tres años de gobierno.
Ante esa actitud es muy difícil que el presidente pueda congraciarse con la mayoría de los países , menos con México. Sería una desgracia que este mandatario sea reelecto. Se juegan otros cuatro años de gobierno en los que no tendría ya el freno.
El Partido Demócrata tiene liderazgo y el poder moral y político para equilibrar la votación con apoyo de esas minorías. _