con motivo del torneo mundial de futbol soccer recientemente concluido con el triunfo de Argentina sobre Francia, se han dado curiosos fenómenos sociales en que la exaltación y a veces el grado de emoción de un sentimiento, un estado de ánimo o una sensación (definición de paroxismo) lleva a algunas personas a actuar irracionalmente, como vimos por TV a gigantescas muchedumbres que se extralimitaron en su entusiasmo, al grado de que el equipo tuvo que suspender su recorrido por razones de seguridad. Ciertamente es una forma de liberación de un estrés nacional por las tribulaciones por las que pasa una población, abatida en su economía, en la insuficiencia o malos de servicios públicos y ante un futuro incierto. Solo que esta emoción es pasajera y en poco tiempo se vuelve a la punzante realidad.
A falta de líderes en los gobiernos, en la política y en la sociedad, las personas los buscan en quienes practican el deporte profesional con éxito, llegando a su elevación en la categoría de héroes nacionales. Precisamente en Argentina se dio el caso de un cuasi funeral de Estado por el deceso de quien tuvo destacada actuación en el campo, pero un fracaso en su vida privada.
Pocos son los practicantes de algún deporte profesional que sean ejemplo para la juventud y para su sociedad, ello por su dedicación a la práctica que los aleja de las escuelas. Cuando personas con poca formación procediendo de las clases populares, a falta de esa formación y ante el deslumbre de ingresos nunca soñados, se entregan a la llamada popularmente “mala vida” con lo guardado en el cenit de la carrera, ya sin la disciplina obligatoria.
En un análisis objetivo, las personas que se dedican al deporte profesional, en realidad no son deportistas, sino trabajadores. Incluso la Ley Federal del Trabajo tuvo una reforma en a fines de los años sesenta, para englobarlos en esa categoría.
Y como todo trabajador, está expuesto a contratarse en este caso, cualquier club que le pague según sus méritos, y por lo tanto, los llamados clubes son en realidad empresas, con sus accionistas y “dueños” que, obviamente, buscan utilidades.
Para ello existe lo que se podría llamar “un mercado de piernas”, tratándose de futbol, en el que se manejan contratos según habilidades, cualidades y otros factores de conveniencia.
El verdadero deportista practica su actividad preferente por diversión, convivencia, ejercitarse o solidaridad con sus compañeros, incluso cargando con sus gastos, y ninguno busca ser el héroe, premios u homenajes. _