El mundo se les vino encima a todos los sistemas de salud que existen, por el inesperado ataque del mortal virus, que recuerda la epidemia de la influenza española que lo azotó en 1918 a un costo de millones de vidas.
La diferencia es que un siglo después, existe un notable desarrollo de la medicina superveniente capaz de contener el contagio, pero sin el respaldo de la infraestructura necesaria, sobre todo al alcance de las mayorías.
En primer lugar, para poder sobrevivir al contagio es necesario conseguir oxígeno porque este elemento es indispensable, pero escaso para aplicarlo oportunamente cuando el sistema pulmonar lo exige.
Es que no lo hay concentrado con suficiencia, porque las fábricas han tenido limitada su producción. Muchas personas han estado recibiendo por redes llamadas de auxilio de familiares que buscan en dónde pueden adquirirlo, sin preguntar el precio, y cuando se enteran de este dato, resulta inalcanzable.
Lo anterior ha dado lugar a especular con este vital recursos, porque hay cilindros que duran un par de horas a un costo de más de siete mil pesos, hasta otros de mayor capacidad que rebasan los treinta mil pesos, su recarga casi dos mil pesos, y si se trata de alquilar el cilindro, la mensualidad supera los cuatro mil pesos.
Pero este insumo va aparejado a los costos del servicio médico… si hay espacio para la atención al enfermo. Antes era común se mencionara la cantidad de camas ocupadas o reservadas en época de turismo, pero ahora se refiere el dato al porcentaje de ellas disponibles para la atención médica.
Cada hospital privado tiene sus tarifas, pero ha trascendido que para la inmensa mayoría de las familias, es casi imposible contratarlo.
El servicio médico público está rebasado para la atención de esta pandemia, y no hay certeza de abasto necesario y oportuno. Ya suman por cientos los restos de las personas que egresan para ser incinerados, y aun hay que esperar turno.
El 2020 nos deja la impresionante cantidad de 122,855 decesos por esta causa y la perspectiva para el año que se inicia es de pronóstico reservado. La esperanza es la inoculación de la vacuna que se empieza a aplicar en fases muy lentas que desesperan a la población, al grado de que ya hay noticias de acciones ilegales por intento de anticipación.
Un gran y complicado trabajo le espera a la Profeco para sancionar los posible abusos y a la vez, el sistema para su pronta distribución y aplicación según el calendario.
Los ciudadanos sanos pueden escapar de este trágico esquema acatando las medidas que todos los días exhorta la autoridad y los medios de comunicación. La testarudez es mortífera y escasa la responsabilidad personal. Hay que seguir cuidándonos. _