Con este par de principios, concluye mi serie 48 Lecciones sobre elecciones, parafraseando y tropicalizando sendas leyes de Robert Greene, quien escudriña en los pasajes de la historia, la guerra, el poder y la humanidad, desde su génesis hasta nuestros apocalípticos días. Un tratado sobre la conducta que debemos adoptar frente y, sobre todo, desde el poder.
Quise desmenuzar y poner a prueba cada postulado a partir de la realidad mexicana, atisbando algunas conclusiones y dejando a juicio de mis lectores las más importantes.
Pues bien, ambas leyes, penúltima y última, aconsejan no ir más allá del objetivo planeado y cambiar la forma en que hacemos las cosas para no ser predecibles y por lo tanto blancos fáciles.
Respecto a no ir más allá, ejemplos sobran como los de Anaya, Madrazo, Montiel y ahora Alito.
El propio Calderón, qué necesidad tiene de andar batallando con tal de que su esposa siga sus presidenciales pasos. O Fox con Martita en sus buenos tiempos. ¡Ya siéntense señoras! Le gritan a los maridos más que a sus esposas.
El propio Sir Winston Leonard Spencer Churchill, que se cubrió de gloria y libró a la humanidad del infierno, sufrió uno propio perdiendo primero su reelección al presentarse después, no nomás de la guerra sino de la victoria, para toparse con tremenda derrota doméstica, compensada con un regreso tardío, solo para terminar dimitiendo en el ocaso de su vida.
En México se dice: “No tienen llenadera”. Quieren más y más. No saben parar. Y terminan hundiéndose. Respecto a cambiar la forma, es simple y sencillamente el arte de adaptarse, mutar y sobrevivir, bajo la teoría darwiniana. Cosa que tampoco saben hacer. En cambio, Churchill lo hizo tantas veces como quiso, cruzando el pasillo que divide a los “torys” de los liberales en el parlamento inglés y aliándose lo mismo con Roosevelt y De Gaulle que con Stalin, aunque nunca con Hitler.
Aquí, en cambio, son predecibles, obstinados y aburridos; dicen y hacen exactamente lo mismo; carecen de ingenio y de ese talento que pueda asegurarles un lugar en la historia, como el que ya ocupa, quiérase o no, Ya Sabes Quién.
Peor están quienes usurpan el lugar de la sociedad civil, hordas de esnobistas encabezadas por un señor X, cuya tarea consiste en pararse de pestañas todos los días pero sin presentar ni representar alternativa alguna para el futuro de este pobre país.
De tarea:
Ayer el tapatío Checo Pérez ganó el Gran Premio de Mónaco.
El tal Petro habría ganado las elecciones en Colombia, aunque si van a segunda vuelta, no será presidente de su país y nos habremos ahorrado un tiranuelo más.
Y muy importante, al cierre de esta columna, no supe si Atlas habrá repetido la hazaña para coronarse como bicampeón del fútbol mexicano, después de una sequía de más de medio siglo, lo cual significa que cuando Dios quita, lo hace con suma dureza, pero cuando da, lo hace a manos llenas.
Si no fue así y resulta que Altas perdió la final, entonces significa que Dios no le da “Atlas” a los alacranes.
Nos vemos en una semana con la nueva temporada de Lecciones sobre elecciones y mi reflexión sobre la jornada del próximo domingo 5 de junio.
Marco Sifuentes