Política

¿Permiso? ¡Nos están matando!

Curiosamente, la fecha de este escrito inaugural cayó hoy, un nueve de marzo. Para algunas personas, la publicación del presente texto es una discordancia al llamado por “dejar de existir” de #UnDíaSinNosotras. No obstante, lo que está leyendo es una reflexión gestada y trabajada en el pasado, y que, de forma coincidente, fue publicada justamente el día de hoy.

De hecho, abordar la promoción de una visión de ciudad a escala humana — la cual es la causa de quien suscribe — conllevará diversas publicaciones, pero indiscutiblemente, en esta ocasión se cuenta con una oportunidad única para abordar un punto crucial en el que ambas causas convergen: la violencia que padecemos las mujeres en la ciudad. Siendo realistas, ¡no es cualquier cosa, nos están matando!

Hoy, muchas de nosotras se encuentran uniéndose al paro, estando en sus hogares, con el fin de evidenciar la falta de atención a un problema que, en la actualidad, causa la muerte de más de 10 mujeres de distintas edades al día, ¡un verdadero horror! (SESNSP, 2020).

Lo anterior parece no importarle ni a las autoridades, ni a muchas personas de la sociedad, ya que las estadísticas van en aumento. Precisamente, en lo que respecta a la tendencia nacional de presuntos feminicidios, la tasa de asesinatos a mujeres por esta causa se incrementó del año 2015 al 2019, pasando del 0.48% al 0.78%; tal como lo indica el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (2020).

Es por eso que este día evitamos salir a la calle con el fin de hacer sentir nuestra ausencia; asumiendo por objeto el visibilizar la importancia de las mujeres tanto en lo económico, como en lo social o en cualquier otra área; porque, aunque parezca sorprendente que tengamos que expresarlo de esta manera, es urgente el hacerlo pues no ha quedado claro todavía: no es un día de asueto.

El nueve es un día en el que se busca exigir justicia por las más de tres mil mujeres asesinadas en México del 2015 a la fecha (SESNSP, 2020). Para exigir justicia por mujeres como Fátima e Ingrid; por las que ya no están, por las que nos arrebataron.

Sin embargo, a muchos les pareció correcto “darnos permiso” de hacerlo. En un país machista, donde tan solo en los últimos seis meses del año 2019, más de seis millones de mujeres fueron víctimas de algún delito sexual — ¡ojo! solo son cifras de casos denunciados de acuerdo a México Evalúa (2020) —, a muchos se les ocurrió que la mejor manera de “apoyar la causa” y “solidarizarse” con nosotras las mujeres era “dándonos permiso” de ausentarnos hoy de nuestras labores.

Creyeron que con su permiso subsanaban la incompetencia e ineficacia con la que han atendido una problemática que va en aumento. Pero, ¿cómo nos dan permiso de levantar la voz, quienes han callado ante la violencia que vivimos las mujeres todos los días, tanto en la calle como en los hogares?

No, señores, no necesitamos su permiso, necesitamos que atiendan contundentemente el problema: que trabajen en disminuir y erradicar los índices de feminicidios; que resuelvan las deficiencias y rezagos de las instituciones que atienden los casos de violencia de género; que establezcan los mecanismos necesarios para dar seguimiento oportuno a los casos de personas desaparecidas; que dejen de ser apáticos e insensibles ante la problemática; que eviten re-victimizar a las víctimas de acoso, abuso sexual y feminicidios; que entiendan que una mujer puede tener la misma capacidad de realizar el trabajo desempeñado actualmente por un hombre.

La lista es larga. Las opciones de cómo poder coadyuvar de manera puntual son muchas, como para limitarnos a únicamente recibir “permiso” de su parte para poder levantar la voz ante oídos que permanecen sordos respecto al tema.

Porque ¿qué va a pasar mañana cuando ya no tengamos su permiso? Cuando tengamos que volver a nuestras labores después de intentar que nuestra ausencia dijera lo que nos hemos cansado de decir con palabras y tengamos que volver a ser víctimas de acoso en las calles, o en nuestra escuela o trabajo.

Cuando volvamos a los lugares que nos hemos ganado precisamente levantando la voz; esforzándonos para empoderarnos y acabar con las brechas que la misma sociedad nos ha impuesto, y nos demos cuenta que quienes nos dieron permiso no nos dan su respeto, pues nos violentan a través de sus miradas lascivas, de sus piropos no pedidos o de sus invitaciones indecorosas ¿de qué nos va a servir su permiso?

Cuando volvamos a salir a la calle y coincidamos con acosadores que se masturben cerca de nosotras mientras viajamos en el transporte público o que nos metan la mano por debajo de la falda ¿qué va a hacer su permiso? ¿cómo nos va a defender de la violencia que vivimos a diario?

¿De qué manera su permiso va a evitar que se sigan cometiendo los más de 22 mil casos anuales de abuso sexual perpetrados a mujeres en el país? ¿Cómo les decimos a las familias de las mujeres y niñas desaparecidas que nos dieron permiso de exigir justicia por ellas este día, pero que seguimos sin encontrarlas?

Mañana, cuando volvamos a poner un pie fuera de nuestros hogares, muy posiblemente todo va a seguir igual, porque su permiso no es, ni será suficiente para terminar con esta problemática que sí, SOLO afecta a mujeres (así en mayúsculas porque quiero que entiendan que esto no tiene nada qué ver con “gente buena contra gente mala” y que tampoco aplica la típica frase con la que intentan desviar el enfoque del tema diciendo que “a los hombres también los matan”).

Sabemos que “desapareciendo” por un día no le daremos la solución que queremos –y necesitamos- a esta problemática, pero tenemos suficientes razones para manifestarnos de esta y muchas formas más, por lo que este paro me parece una buena forma de exponer nuestro descontento e inconformidad ante la laxa o nula acción del Estado y de la sociedad respecto al tema.

Sin embargo, me parece inaudito que existan personas que lucren con nuestro enojo y dolor, dando muestras vacías de apoyo. Que quieran aprovecharse de los esfuerzos que hacemos día a día, apoyándonos hipócritamente cuando sabemos que son ellos mismos quienes, directa o indirectamente, buscan callar nuestras voces, denigrarnos, cosificarnos y violentarnos cada vez que pueden.

Pero lo que es aún más sorprendente, es que nos sigamos encontrando con escépticos de la existencia de la violencia de género que vivimos las mexicanas. Personas que a pesar de las estadísticas, los miles de casos de desaparecidas, acosadas, violentadas y asesinadas, no les parezcan relevantes ni alarmantes.

O con personas que quieren continuar normalizando el acoso y abuso sexual. A quienes les parece divertido compartir nuestras fotos golpeadas o desolladas en redes sociales y medios de comunicación porque “#LaCulpaLaTuvoCupido”.

Pero si una de ellas raya un monumento, ellos no son capaces de siquiera querer observar la motivación y el fondo de estas medidas de expresión. ¡Entiéndanlo! ¡Son una acción terminal de la impotencia! Una impotencia ocasionada ante la indiferencia de gran parte de la sociedad mexicana.

Irónicamente es a una a la que le determinan ceguera, pues, al ilustre parecer de estos opinólogos que conocen tanto del tema (nótese el sarcasmo), no somos capaces de ver que la “violencia genera más violencia”; siendo ellos mismos quienes la han generado y perpetrado a través de sus actos aún más pequeños a lo largo del tiempo.

Este esencial sentir es compartido por miles de mujeres que — según los mismos— no debemos alzar nuestra voz porque “calladitas nos vemos más bonitas”. Las que, en lugar de “ensuciar” los edificios con aerosoles, debemos estar en nuestros hogares limpiando lo que ensucian nuestros hijos y maridos. Las que debemos mantenernos siempre bien arregladas y aguantar sus piropos incómodos, porque “son halagos inofensivos”.

Las que debemos permanecer estoicas ante sus abusos, porque “esto siempre ha sido así y no es para tanto”. Las que no debemos doblegarnos ante la violencia psicológica, física o económica, porque “viene del hombre que nos ama y algún día va a cambiar”.

Las que debemos permitir que nos sigan matando y no exigir justicia porque eso podría significar un cambio en el sistema que lo ha permitido y efectuado desde siempre, incomodando a nuestros opresores. Aquellos opresores que, incluso, pueden no creerlo ser, pero que en la realidad sí lo son, pues su abono a la perpetración de la violencia (en todas las formas) sólo coadyuva a una cultura de muerte. Que se escuche y que se entienda claro: ¡nos están matando!

Pero ya no lo vamos a permitir, pues este comienzo se logra modificando la cultura para bien, y eso lo estamos logrando al levantar la voz, aunque muchos no lo crean.

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Referencias

Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP). (2020). Información sobre violencia contra las mujeres. Incidencia delictiva y llamadas de emergencia 9-1-1. Centro Nacional de Información. Ciudad de México, México.

México Evalúa. (21 de enero de 2020). Impunidad rampante: 99% de las violaciones no se atienden. Disponible en: https://www.mexicoevalua.org/2020/01/21/violencia-contra-la-mujer-los-datos-gritan-denuncia/

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Marcela Brown
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