Política

Calles para la vida

Hace días me hice una pregunta: ¿quién nos enseñó a vivir de prisa? A vivir día a día intentando hacer todo lo más rápido posible: ir a la escuela o al trabajo de prisa, caminar por las calles con prisa, convivir apresurados y dejar que los días se nos escapen a la misma velocidad de nuestras manos.

Y es que el vivir de esta manera tiene graves consecuencias, ya que la prisa nos arrebata a más de 25 mil vidas al año en México. Las altas velocidades y el impulso desmedido del uso del automóvil son dos combinaciones que ocasionan en gran parte, muchos de los problemas de movilidad de nuestras ciudades.

La prisa en nuestras calles se ha vuelto fatídica para miles de familias que al año pierden a seres queridos, pues la velocidad mata, pero eso es una realidad que muy pocos han querido ver y aceptar.

Es por eso que al año (desde hace seis años), la Organización de las Naciones Unidas (ONU) conmemora la llamada “Semana Mundial de las Naciones Unidas para la Seguridad Vial” con la finalidad de visibilizar la importancia de que los distintos países gestionen la velocidad de sus ciudades.

La Semana Mundial de este año, denominada #Love30 inició el pasado 17 de mayo y concluirá el próximo 23 del mismo mes, buscando dejarle claro a las tomadoras y los tomadores de decisión de nuestras ciudades, que es urgente generar un cambio de paradigma en la forma en que se diseñan nuestras calles, lo cual debe comenzar con los límites de velocidad, reclamando que el ideal es el de 30 km/h para lograr vialidades más sanas para todas las personas. Respecto a este tema, es importante mencionar que existe un mito acerca de que reduciendo los límites de velocidad no supone una diferencia en la solución de los problemas de movilidad, sobre todo en relación a las muertes por hechos de tránsito.

Sin embargo, la evidencia que han obtenido especialistas y activistas en la materia alrededor del mundo demuestra lo contrario: las calles con límites de velocidad bajos reducen el riesgo de sufrir lesiones graves y, sobre todo, salvan vidas.

Y no solo eso, sino que también la reducción de velocidades puede representar un ahorro en el gasto público de nuestras ciudades, tal como lo que ocurrió en Bogotá entre octubre de 2018 a diciembre de 2019, donde se obtuvo un ahorro de más de 12 millones de dólares por reducir la velocidad de sus vialidades, según datos facilitados por Bloomerg Philanthropies Initiative for Global Road Safety Colombia.

Es impactante cómo el tema trasciende más allá del aspecto social y ambiental, sino que también genera un impacto en la economía de nuestras urbes, ya que no solo la pérdida de vidas genera altos costes para los gobiernos locales, sino también el tener que reparar los daños ocasionados por los siniestros viales, dinero que pudiera invertirse en crear infraestructura para las personas y en políticas públicas para salvar vidas.

Pero lejos de lo económico, considero que cada vida perdida por las altas velocidades es una tragedia que solo refleja el retroceso en el que nos encontramos respecto a lograr ciudades humanas y sostenibles para todas. 

Nuestro trabajo debe ser el anteponer sobre todo a la vida para lograr urbes sanas.

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Marcela Brown
  • Marcela Brown
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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