La salida de Alfonso Romo, jefe de la Oficina de la Presidencia hasta ayer, era algo que ya se esperaba; la noticia no es buena porque Romo trató, de forma honesta pero infructuosa, de activar proyectos de inversión, y sí fungió como enlace entre el sector privado y el gobierno del López Obrador. Seguramente tuvo logros que no conocemos, tampoco sabemos cuántas iniciativas frenó que habrían lastimado al sector privado, pero sí sabemos que en los proyectos más importantes no lo escuchó el Presidente.
Recuerdo bien como al principio de la administración, cuando surgieron las primeras dudas de si continuar o no con la obra del nuevo aeropuerto, Romo se avocó a la tarea de hablar con un gran número de líderes empresariales y decirles que no se preocuparan porque la magna obra seguiría su curso; fue noticia pública la reunión que tuvo con la cúpula regiomontana, en la cual garantizó que el aeropuerto se construiría. Por desgracia para México, para Romo y para todos los mexicanos, la construcción del aeropuerto en Texcoco se canceló; hoy es el día que nadie entiende el porqué de esa decisión, pero este fue el primer gran revés que recibió Romo y su credibilidad en el sector privado se cuestionó seriamente.
No sé cuánto influyó Romo en las decisiones económicas del Presidente, pero estoy seguro de que sí manifestó su posición en los temas de su competencia ante el primer mandatario y un auditorio de colegas que seguro siempre estaban contra él. Sus diferencias con el ex secretario de Hacienda Carlos Urzúa fueron públicas por temas de poder en el sector financiero y también sus desacuerdos con los principales funcionarios del sector energético.
A pesar de su lealtad y disciplina con el Presidente, era claro que pensaban muy distinto y quizá su salida fue por eso. Dice López Obrador que desde un inicio habían acordado que Romo lo ayudaría durante los dos primeros años, y que ese era el compromiso; no tengo elementos para dudar sobre ese acuerdo, pero si las cosas hubieran sido distintas y el Presidente le hubiera hecho caso, él seguiría en su puesto.
No sé si el Presidente piense sustituir a Romo, no veo fácil encontrar a un empresario que llene los requisitos y que se atreva a decirle al Ejecutivo lo que a su juicio no le guste. Es una mala noticia porque el país, además de tener que controlar la pandemia (que a mi juicio está muy mal llevada), tiene que incrementar las inversiones del sector privado y a reorientar las del público hacia proyectos de mayor impacto.
La situación económica está mal por la pandemia y la falta de inversión; un país donde la inversión no crece se instalará en la mediocridad. Este gobierno pone énfasis en el equilibrio financiero, pero debe lograrse en una nación en crecimiento y no en una que genera superávits, pues las importaciones tienen enormes caídas debido a que no se está comprando maquinaria, equipo y bienes intermedios, todos estos insumos indispensables para crecer.
Le deseo lo mejor a Alfonso Romo, hizo un buen intento por mejorar nuestra patria.
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