Es común dentro de nuestro hábitos como personas en una sociedad, caer en el fenómeno de desviar la mirada a otro lado cuando se nos presenta alguna situación que implica nuestra intervención. Preferimos esperar que sean otros los que lo resuelvan, los que tomen acción y busquen respuestas, los que ayuden y se solidaricen con quienes buscan desesperadamente alguien que empatice con ellos.
El 23 de septiembre se conmemora el día internacional contra la explotación sexual y el tráfico de mujeres, niñas y niños. En el contexto nacional, la vulnerabilidad es un eje de atención por parte de todos los gobiernos, sin embargo, tenemos que ser conscientes que, en ese sentido, hay grupos sociales que corren un riesgo mayor de colocarse en esa posición: las mujeres, las niñas y los niños.
La vulnerabilidad deriva en una situación de riesgo para estos grupos: la trata, que se canaliza en diversos delitos como la explotación sexual, el trabajo forzado, el matrimonio forzado, la venta de niños, adquisición de niños para la prostitución y la extracción de órganos. Las estadísticas nos muestran que el 49% de las víctimas de trata son mujeres, y el 23% son niñas. Todo lo anterior a través de la coacción, engaño o amenazas o abusos de poder.
Con lo anterior busco poner sobre la mesa una problemática grave, que implica de nosotros no desviar la mirada, identificar las situaciones de riesgo cuando estén frente a nuestros ojos, e intentar prevenir y combatirla, poniendo especial atención a mujeres y niños, protegiéndolos para evitar que se conviertan en víctimas. Convirtámonos en ciudadanos activos y solidarios, generemos una sociedad empática y unida.
Si queremos abonar a la cultura de la paz, como sociedad debemos apoyarnos unos a otros, tenderle la mano a aquellos que más nos necesitan. Nos leemos la siguiente semana, y recuerda luchar, luchar siempre, pero siempre luchar desde espacios más informados, que construyen realidades menos desiguales y pacíficas.