La alegría es un componente de la conducta beneficioso para la convivencia, las relaciones interpersonales y para la vida misma, es el tono humoral que damos a nuestra existencia.
Las personas con temperamento alegre atraen a más personas a su alrededor, generan en torno a ellos lazos de cordialidad. En cambio, la persona triste y mal humorada obstaculiza las relaciones sociales.
Quien desee tener una buena convivencia la tendrá asegurada o garantizada si sus relaciones con los demás están salpicadas por la alegría.
La alegría es un sentimiento, pero también es generada por pensamientos. Al pensar los motivos para estar alegres, la alegría se puede instalar como componente de nuestro ser y nuestro actuar.
El acceso a la alegría por la vía de los pensamientos es útil cuando el sentimiento anda un poco dormido.
Además, los sentimientos son más difíciles de “manejar” que la razón, esta última es más disciplinada.
Por eso estar alegres no es fruto únicamente de una emoción que nos inunda, es también consecuencia de una decisión intelectual.
Los abuelos solían decir: “Piensa en bonito”.
Hay motivos para estar alegres, lo que sucede es que esos motivos no los tomamos en cuenta o los eliminamos rápidamente de nuestra conciencia.
No se necesitan tantas cosas para estar alegre. Todo puede ser asociado con la alegría.
Será necesario descubrir habitualmente motivos de alegría; en realidad, cualquier cosa puede ser causa de alegría si la miramos con ojos nuevos, con la sorpresa con que se mira lo desconocido.
“El amor es la principal causa de la alegría”.
Cuando se ama verdaderamente la alegría está casi garantizada, y es que el amor no puede más que expandirse y desbordarse, y casi siempre es interpretado en clave de alegría por quien o quienes lo reciben.
No hay nada que nos lleve más directamente a la alegría, y también a la felicidad, como el amor.
“A mayor amor, mayor alegría”.
El amor nos complace y nos renueva y despierta en los otros su lado bueno.
Dos personas que se quieren son capaces de transformar y crear.
Y si son más, el efecto multiplicador de la alegría es todavía mayor.
Por lo tanto, para que la alegría reine en la convivencia y en las relaciones humanas harán falta estos dos componentes: pensamiento y amor. Inteligencia para saber descubrir en lo ordinario motivos de alegría verdadera, razones y motivos que son capaces de ensanchar el corazón.
Y el ingrediente del amor, la verdadera causa de la alegría, que sabe ver en los demás el lado bueno y noble que todos tenemos.