El PRI no deja de ofrecer sus destellos de habilidad política. Ildefonso Guajardo apareció en el primer nivel de la campaña de Adrián de la Garza. En su presentación estaban los que debían estar.... y no estaban los que se sabe que ya están, pero que no debían estar para no incomodar a los primeros.
Ese día, el PRI fue más priista y menos medinista. No estaba Rodrigo Medina ni Francisco Cienfuegos ni nadie que pudiera ser demasiado cercano o parecer enviado del ex gobernador. El PRI fue el de siempre. Giró solo alrededor de Adrián de la Garza y las fracturas se olvidaron. Todas, menos las causadas por los que ya están enfrente.
Un morenista de alto nivel me comentó hace meses que las elecciones por el gobierno de Nuevo León serían una competencia entre el PRI y el PRI. Algo de razón tenía. Y lo más probable ahora es que la batalla final sea muy reñida entre los priistas que apoyan a Adrián y los que se fueron a dar soporte a Clara Luz.
Será una disputa en tres pistas. La primera será por el proyecto del estado: en cuestión de seguridad los dos tienen capacidad y han sido exitosos, aunque con estilos y visiones muy diferentes. En cuanto a la relación con el gobierno federal y presupuestos para el estado habrá diferencias definitivas. Por lo que respecta al combate a la corrupción, ambos equipos tendrán que ser brillantes: más allá de sus características personales, pertenecen a tradiciones que no inspiran una gran confianza...
En la segunda pista se presentará la lucha por los apoyos. En lado moreno está el soporte presidencial, que sin dejar de ser simbólico, abre puertas a la generosidad de otros. En el lado tricolor, la renovada relación con Ildefonso Guajardo, el aspirante preferido por buena parte de la IP estatal, puede otorgarle nuevas simpatías.
La tercera será la pista de las estructuras de voto, esas que invitan, comprometen, llevan a la gente a votar y premian. El día D puede ser memorable... Y hay que ver para quién operan los demás contendientes.