Se quedaron atónitos después de 2018. O ya lo estaban entonces ante las necesidades del país. Estamos a un paso de las elecciones intermedias y los partidos de oposición solo saben decir lo que está mal en la administración de López Obrador. Ah, y que los equilibrios son muy importantes. No sé quién esperan que vote por ellos, más allá de los que ya lo hicieron antes y que ahora están más acelerados. Pero un voto acelerado sigue siendo un solo voto.
Búsquenle: ni los partidos ni sus organismos formal o informalmente vinculados han tenido algo qué decir ante el México que, se les olvida, no se atoró con la pandemia sino mucho antes. En todo caso, el virus llegó a dar la puntilla a un país con instituciones debilitadas, pobres y excluyentes.
Es para llorar el discurso de moda en las últimas semanas sobre el crecimiento de la pobreza en los dos años de López Obrador. Con él quieren ganar algunos de los millones de votos que necesitarán en junio. Y no es que los datos sean increíbles, no: lo increíble es que piensen que pueden contar con la ingenuidad general y que los votantes, después de escucharlos, querrán regresar en masa al mundo paradisíaco de Peña Nieto o de las administraciones panistas.
Claro que los equilibrios son muy importantes, elementales en una democracia. El simple hecho de que el camino no sea tan llano para quien ejerce el poder, ayuda. Pero los señores contrapesos tienen que ganar, deben convencer primero a los votantes, ofrecerles de entrada soluciones para el país. Si llenan el plato de la balanza con los globos de una fiesta infantil nada van a nivelar: ni siquiera estarán ahí para ver cómo se hace.
Los espacios de la opinión pública están repletos de críticas al Presidente, de pifias de su equipo, de López- Gateladas y de insuficiencias que, claro, ahí están. Pero nada resuelven con eso, solo convencen a los convencidos. La pregunta que importa es: ¿qué sí? ¿Qué gobierno buscan para una nación de altísima desigualdad y bajo crecimiento? ¿Qué instituciones podrán ser disparadoras de un México con futuro? ¿Qué uso del dinero público proponen para relanzar el país; en qué políticas concretas y en qué lugares preferentes? ¿Cuál debe ser el papel del gobierno en cuanto a los recursos? ¿Gastar menos? ¿Ingresar más? ¿Qué realidades enfatizan y cuáles dejan de considerar?
El debate debería rondar esas cuestiones y muchas otras; que al menos estén presentes para ser sometidas, en última instancia, a votación. Ninguna idea ni programa va a ser perfecto, ni siquiera suficiente y es justo por eso que se requieren los equilibrios. El punto es que no están presentes ni ideas ni esquemas de organización que las hagan creíbles.
Los que ya son simpatizantes de los partidos quedan satisfechos de que sus políticos apapachen su descontento. Con eso, unos y otros evaden la responsabilidad cívica básica de mirar más allá de su puerta y tratar de comprender lo que hay ahí: un país en el que hay que dar respuesta a millones de personas sin oportunidades. Y desde esa mirada, buscar salidas realistas.
Empezarán pronto cientos de campañas. Prefiero hoy ser optimista y pensar que al menos algunos candidatos buscarán un voto más allá de los que ya tenían.