Sentimentalmente y a nivel de selecciones, llevo años teniendo predilección por Inglaterra, pues ese país representa un montón de cosas muy apegadas a mis gustos personales:
su industria cervecera, sus bares, sus “pubs” (al inglés le pones una cerveza en la mesa y no pregunta qué marca es, se la toma y ya), su música, su cultura, su literatura, su manera de vivir la vida: el ciudadano británico común y corriente es muy, pero muy parecido al ciudadano mexicano común y corriente.
Los ingleses no son, necesariamente, tipos modelo como David Beckham o personalidades de la realeza como los integrantes de la monarquía británica.
No, los ingleses son gente sencilla, generadores y exportadores de un montón de cosas que le dan sentido a la humanidad.
Una de ellas es su liga de futbol, considerada como la más espectacular, económicamente poderosa y abanderada de la misión más pura de este deporte: divertir, emocionar y generar felicidad.
Pero Inglaterra, por muy poderosa que sea su liga, sigue siendo una selección chica.
Sus futbolistas son dignos caballeros en el campo y llenos de ideales, pero les falta ese genoma necesario para saber ganar títulos y para saber superar escenarios complejos.
Ese genoma solamente lo tienen dos selecciones:
Alemania e Italia. Y sí, Alemania dio lástima e Italia ni siquiera estuvo en la fiesta, pero de que tienen ese genoma, lo tienen. Los futbolistas ingleses no tienen qué salir de su liga, pues es la mejor.
Así como los españoles, italianos o alemanes, tampoco tienen por qué salir de la suya, pues todas son ligas top.
El punto medular es elegir bien a quienes vestirán la camiseta nacional y, sobre todo, al entrenador.
Luis Enrique tuvo un gran mérito: rejuvenecer a España y demostrarle a su país que los juveniles (de entre 18 y 22 años) son el presente y futuro de España.
Ese fue su mérito, pero su pecado fue la soberbia: “Soy el mejor entrenador de la historia del futbol: mi sistema, mis jugadores, mi modelo, mi idea, mi, mi, mi”…Esta selección de España podrá tener éxitos en el futuro, pero ya con otro entrenador.
Marruecos funciona como maquinaria de reloj suizo: cada pieza acciona, dentro de sus posibilidades, a la perfección. Pero por eso están donde están: porque ejecutan al pie de la letra su plan y todos lo saben de memoria.
No ocupan ningún crack en sus filas. ¿Podrá Marruecos tumbar a Francia?
Los mejores escudos contra las mejores espadas. Partidazo.
¿Y Argentina y Croacia? Eso será, literal, una guerra.