Desde el primer día de este mes las campañas electorales federales se han desatado con una gran energía en todo el país. Por iniciar primero, se percibe fuerte la competencia por la presidencia de la república, con las tres candidaturas registradas, aunque sólo dos de ellas con viabilidad para lograr la victoria. En el resto del ámbito federal, se compite por 629 cargos, entre ellos 128 senadores y 500 diputados federales, a los que hay que sumar sus suplentes.
En el nivel local son 19 mil 634 las posiciones en juego, que junto con las federales suman un total de 20 mil 263 cargos de gobierno y de representación: 10 mil 567 electos por sistema de mayoría simple, 7 mil 370 por representación proporcional y 82 por primera minoría (32 senadores, 38 sindicaturas de Coahuila y 12 sindicaturas de Hidalgo). En Guanajuato las campañas por la gubernatura iniciaron el mismo día que las federales, con dos candidatas competitivas, de las coaliciones Fuerza y Corazón por Guanajuato y Sigamos Haciendo Historia, y otra testimonial, de MC. Tres mujeres buscan el cargo: Libia, Alma y Yulma; qué contraste con el proceso de 2018, cuando tuvimos a cuatro machines y una candidata, ésta del desaparecido Nueva Alianza.
Tal vez la competencia política más interesante en Guanajuato se desarrolle en el ámbito distrital y municipal. A partir del 15 de abril inician las campañas por las 22 posiciones legislativas locales de mayoría y 14 de representación proporcional, y el domingo 31 arrancarán las competencias municipales, con 46 fórmulas con sus respectivas presidencias, 52 sindicaturas y 418 regidurías. Los partidos todavía se encuentran en definiciones.
Es claro que en los municipios más desarrollados se imponen más fácilmente las franquicias partidistas, pero en aquellos con economías primarias o rurales siguen siendo las dinastías familiares las que se imponen ante los electores, por la cercanía física y moral a los intereses locales. Por supuesto hoy hay que considerar el poder creciente del crimen organizado, tanto endógeno como exógeno. Es deseable que las campañas se conduzcan con energía y claridad en los contrastes. No se trata de batallas entre enemigos, sino de competencia entre rivales con diferentes visiones. Hay que saber ganarse a la buena las preferencias de los dueños del voto, sin acudir a las estrategias negras, difundir mentiras, denostar al otro o clientelizar al elector. El voto no se vende: se seduce.