Dice Regina Rini (TLS, 27/3/25) que Elon Musk era incluso divertido al referirse a sus fracasos. Por ejemplo cuando dijo que la explosión del cohete de su SpaceX fue un “rápido desensamblaje fuera de programa”. Un eufemismo tan descarado que podía equivaler a un guiño. Pero era cuando Musk quemaba sólo su propio dinero y el de sus amigos ricos. Las cosas cambiaron y dos veces en este año, el 16 de enero y el 6 de marzo, los cohetes inmensos del Starship de Musk tuvieron un “rápido desensamblaje” sobre el Caribe y la Florida, con una lluvia de basura en llamas. No hubo heridos pero docenas de aviones tuvieron que desviarse arruinándole la vida a miles de viajeros.
Menos explosivo pero de más consecuencias, dice Rini, es el liderazgo de Musk en Doge, por sus siglas en inglés, Departamento de Eficiencia Gubernamental, el instrumento para que Trump ejerza su irrestricta voluntad. No sabía que Musk también quiso hacerse el chistoso porque Doge es el perrito raza shiba inu de un meme. DOGE no es más que un ejemplo de la tendencia de Musk y su manual consiste en hacer grandes promesas, guiños frecuentes y no aceptar nunca responsabilidades. El juego es hacer declaraciones exageradas de manera rápida y una tras otra de modo que la última cubra el vacío del alarde anterior. Y sí: es también una famosa táctica trumpeana. El arte de negociar predica la exageración, la “hipérbole verídica”: decirles a los idiotas lo que quieren oír.
Y siempre el asunto del dicharacho. Rini acude a una cita de Kant: “La audacia resuelta en un canalla es algo en extremo peligroso y sin embargo nos influye al oírla… Una argucia concebida astutamente, aunque no sea más que una bribonada, tiene algo en sí que la vuelve atractiva y digna de risa”. Kant esperaba que nuestros encuentros con bribones entretenidos nos inspiraran una cuidadosa reflexión moral. Ya no, y ahora que en nuestra vida pública abundan cada vez más. Tipos que serían bautizables con este kantismo-mexicanismo: el canalla cotorrón.