El trabajo de un banquero central se acerca más a un arte que a una ciencia. De todas las artes, probablemente, sea a la música a la que más se asemeje. Para tocar bien un instrumento musical se requiere práctica, método y pericia; se requiere sudor y mucha dedicación. Digamos que estás son las “habilidades duras” necesarias para poder hacer que un instrumento suene bonito. Pero eso no es suficiente. Cuando ejecutas una pieza puedes ser el mejor del mundo, pero si te falta intuición, capacidad de adaptación al momento de tocar con otras personas y “oído”, entonces solo podrás tocar directo de las partituras, pero nunca podrás improvisar. Esto es lo que se conoce como “habilidades suaves”.
Bueno, un buen banquero central debe tener las dos, sobre todo, en los tiempos que estamos viviendo. En tiempos normales, las habilidades duras, la mayoría de las veces, son suficientes: aplica la regla, corre el modelo, apégate al guión. Sin embargo, hoy, la regla, el modelo y el guión están rotos. No funcionan. ¿Qué hacer entonces? Empieza a improvisar, a tocar de oído.
El problema es que, en la actual Junta de Gobierno de Banxico, hay pocos con habilidades duras, y casi nadie con habilidades suaves. Si bien el Banco tiene un grupo de analistas bastante preparados que apoyan en la toma de decisiones de la Junta, ese grupo de analistas está enfocado en seguir las reglas, los modelos y el guión, cuando, hoy por hoy, lo que se requiere es tocar de oído e ir improvisando. Esto ha llevado a que la música empiece a salirse de tono, a desafinar. Y ¿qué pasa si los músicos empiezan a desentonar?, pues la gente se sale del concierto. Y eso es justo lo que está pasando hoy.
Dejemos la analogía de la música, y enfoquémonos en lo económico. Cuando los modelos empiezan a fallar, entonces las políticas convencionales deben acompañarse, de una manera más contundente, con políticas no convencionales, y una de ellas es el discurso tajante y definitivo. Como ejemplo tenemos el “whatever it takes” de Draghi en 2012, o el discurso de 8 minutos en Jackson Hole de Powell. El problema es que México no ha tenido eso: Banxico ha brillado por su falta de grandilocuencia. Algunos lo han intentado, por ejemplo, Heath, que ha sido bastante vocal respecto hacia dónde va la política monetaria del Banco, sin embargo, Heath no tiene la autoridad constitucional para hablar sobre el posicionamiento oficial de Banxico y, por tanto, sus participaciones tienen menos peso e, incluso, en muchas ocasiones se leen como una opinión más.
Lo anterior empieza a tener consecuencias y, una de las más peligrosas, es el desanclaje de las expectativas de inflación de mediano y largo plazo. Cuando se hacen encuestas a participantes en el mercado (las dos más populares en México son la encuesta mensual de Banxico y la encuesta quincenal de Citi), una de las preguntas es ¿cómo ves la inflación en el mediano plazo (entre 4-8 años)?, y generalmente la respuesta es una respuesta “anclada”, es decir, independientemente de cómo se está comportando la inflación hoy, los participantes del mercado responden que en el mediano plazo la inflación tenderá a converger a la meta de Banxico (entre 2-4 por ciento), es decir, convergerá al “ancla”. Esto implica que el mercado asume que Banxico “hará la chamba”. Sin embargo, en los últimos meses, en las encuestas se ha visto que el esperado de inflación en el mediano plazo empieza a desanclarse. Si bien el estimado no ha superado la cota superior del ancla de Banxico (4 por ciento), la tendencia ha sido francamente al alza (3.85 por ciento en la encuesta de Banxico, cuando hace algunos meses no superaba el 3.50, y 3.78 por ciento en la encuesta de Citi), lo cual indica el inicio de un posible desanclamiento hacia adelante.
Hoy el nivel no es serio, pero la tendencia sí. Alan Greenspan definía la estabilidad de precios como “el estado en el que los cambios esperados en el nivel de precios no alteraban de manera efectiva las decisiones de negocios y hogares”, sin embargo, hoy el cambio esperado en el nivel de precios ya empieza a alterar estas decisiones.
Necesitamos un Banxico más agresivo. No tanto en su subida de tasas, sino en su comunicación. Probablemente a la Gobernadora no le guste hablar en medios (así me lo han confirmado varias fuentes), sin embargo, la comunicación es parte del job description y ella es la única que puede, por ley, marcar la posición institucional del Banco Central. La credibilidad del banco emana de ella, no de los subgobernadores, ni de los analistas, ni de las minutas, ni de nadie más. La contundencia debe venir de ella, y solo de ella, sobre todo, si ya se sabe que los canales tradicionales por los que permea la política monetaria en la economía nunca han funcionado del todo en México, a saber, el crédito, el consumo y el ahorro.
Regreso a la analogía musical para cerrar esta columna. Si la música empieza a desentonar, es obligación del Director de Orquesta volver a marcar el tono correcto y meter a los músicos en cintura. Sin embargo, si el desanclaje en las expectativas de inflación continua, el barco de la inflación zarpará y detenerlo será bastante complicado. Quizás, como el Titanic, solo un iceberg lo detendrá, y los músicos se hundirán con el barco sin conocer nunca la respuesta a la pregunta que todos nos hacemos: ¿en dónde está metida la Directora de la Orquesta?
Luis Gonzalí*
*CFA. VP/Co-Director de Inversiones en Franklin Templeton México