¿Quién evitará el control estatal del uso irrestricto del contenido en redes sociales, televisión y radio?
¿Quién evaluará al sistema educativo mexicanos para mejorarlo? ¿Quién medirá, con un sentido técnico y autónomo, los índices de pobreza en el país y la efectividad de las políticas públicas en ese sentido?
La presidenta electa, Claudia Sheinbaum, tendrá la última palabra.
¿Quién presionará a la CFE para que desarrolle nueva infraestructura de generación, transmisión y distribución de energía y de mantenimiento a la misma para evitar los apagones que afectan de manera significativa a la empresa y al consumidor? ¿Quién exigirá a PEMEX que sea una empresa rentable y deje de ser la empresa petrolera más endeudada del mundo?
La presidenta electa, Claudia Sheinbaum, tendrá la última palabra.
¿Quién definirá la exploración y extracción de hidrocarburos para acotar de manera sustentable -sin intereses políticos, de por medio- el desarrollo de la industria minera?
La presidenta electa, Claudia Sheinbaum, tendrá la última palabra.
Bajo un poder Judicial populista, filtrado de intereses políticos y criminales, ¿quién podrá defender con éxito al ciudadano común y al micro, pequeño, mediano y gran empresario?
Mucho menos, con una Ley de Amparo que limita su protección y defensa ante el poder estatal.
La presidenta electa, Claudia Sheinbaum, tendrá la última palabra.
Por la sobre representación en el Congreso (y muy posible) en el Senado; ¿quién podrá oponerse a una Asamblea Constituyente que modifique de raíz la Constitución del país? Nadie.
De hecho, Claudia Sheinbaum cerrará de esa manera el círculo de su régimen autoritario, para no dejar cabos sueltos.
En efecto. El pasado viernes 23 de agosto fue un día negro y triste para México.