Después de perder las elecciones presidenciales en 2018, Ricardo Anaya empezó a hacer largas caminatas por la Sierra Gorda de Querétaro. Buscaba una respuesta a su vergonzante derrota y el camino a seguir.
Ricardo caminaba -vestido (siempre tan propio) para la ocasión: camisa y pantalones impermeables con calcetines que no produjeran ampollas al caminar.
Rompevientos ligero, mochila con espalda acolchada y cinturón lumbar que contenía dos botellas con agua alcalina, barras de avena sin gluten, uvas congeladas, crema de cacahuate y plátanos. Sus botas de montaña eran goretex y portaba dos bastones senderistas para no lastimar sus rodillas al bajar.
Un día, Ricardo caminaba a 8 kilómetros de Jalpan de la Sierra. Atisbó un camino estrecho entre dos misiones franciscanas y caminó por ahí: de repente, se topó con una escalera de piedra -cincelada por la naturaleza- y la subió hasta llegar a la entrada -muy estrecha- de una cueva.
Como pudo, Ricardo entró y un frío seco le causó escalofríos.
Temeroso, focalizó su mirada y vió sobre un altar de piedra, una virgen vestida de blanco rodeada de veladoras y con una banderita de México. 3 caras diabólicas esculpidas en las paredes de la cueva lo miraban fijamente.
Ricardo -atemorizado- cayó hincado, agachó la cabeza, abrió los brazos en forma de cruz e imploró: “dime Virgen mía en qué fallé. Díme Virgen misericordiosa qué camino seguir”.
Una voz dura y firme hizo parpadear la flama de las veladoras:
“transfórmate en el Abraham que Dios sacó de la ciudad de Ur para ser un peregrino; tu misión será guiar al pueblo de México a través del desierto de la 4T.
Para ello, lo conocerás desde su inteligencia y corazón en su lugar de origen.
“Pero antes, desnúdate de tu doble moral prejuiciada; despréndete de toda soberbia o superioridad moral; deja atrás al Riqui Riquín Canallín de siempre, para reinventarte a través de la mirada de ese pueblo al que aspiras guiar.
“Sí no lo haces, perderás tus aspiraciones presidencialistas por unas pinches caguamas”.
Las 3 caras diabólicas sonreían.