Hoy la 4T canta: “México está pariendo un corazón guinda, aunque no puede más y se muere dolor.
Y lanza un llamado urgente: “Y hay que acudir corriendo/Pues se cae el porvenir”.
Desde la llegada de Claudia Sheinbaum al poder, ese adolorido corazón trae tres arritmias, las arterias coronarias tapadas en un 70% y las válvulas cardíacas con una estenosis aguda que dificulta el paso de la sangre. Sobra decirlo, el daño cerebral y/o renal es inminente.
Ese maltrecho corazón, aunque hoy esté pintado de guinda, es el de México.
Y justo es decirlo: su condición médica, crónico degenerativa, ha sido responsabilidad de algunos grandes empresarios que optaron por repartirse el país como pastel; de los distintos regímenes políticos federales -priistas y panistas- coludidos con dichos empresarios; de los militantes o simpatizantes de esos partidos que de manera acrítica gozaban de las migajas del pastel y de las grandes mayorías de mexicanos, indiferentes e irresponsables, con su país.
Cierto. Morena silenció al alto empresariado mediante chantaje y presión fiscal; acogió de manera mayoritaria a la peor cepa de políticos del PRI y del PAN e integró a una minoría de izquierdistas de Ciudad Universitaria, nostálgicos por una utopía socialista fallida y resentidos -genéticamente- contra el estatus quo.
Fallecido el socialismo real con la caída del Muro de Berlín en 1989.
Y deshilachado, durante los siguientes 20 años, el matrimonio entre neoliberalismo y democracia, porque como suele ocurrir en las relaciones de pareja: mientras él profundizaba y agudizaba las desigualdades socio-económicas para empobrecer más y más a la población; ella, a través del voto, nutría de aspiraciones y esperanzas, a ese mismo pobre para hacerle imaginar un futuro mejor que nunca se hizo realidad, en el sentido más básico del término. (Continuará).