Un PRI longevo pasa por un período agónico, cercano a su extinción; que pudiese germinar -sin embargo, en su refundación o en su fusión con Morena.
¿Cómo llegó el PRI a esta situación terminal? Las circunstancias históricas tomaron la decisión por el tricolor; porque éste, como buen mastodonte fue históricamente reacio a reinventarse hasta que sus neuronas, endurecidas por su artritis reumatoide dejaron de responder.
Por ello, ante su incapacidad autocrítica e innovativa, el PRI privilegió la simulación para imaginarse flamingo Rosa del Caribe con tintes ideológicos socialistas (Partido Nacional Revolucionario: 1929); luego, orca transeúnte del Mar Índico con ideología revolucionario nacionalista (Partido de la Revolución Mexicana: 1938) para terminar pulpo Mimético de Indonesia con ideas desarrollistas (Partido Revolucionario Institucional: 1946).
De 1946 a la fecha, el PRI ha sido el mismo pulpo pero con distintos disfraces ideológicos: populistas a ultranza con Luis Echeverrría (1970-1976) y José López Portillo (1976-1982); y neoliberales de élite con Miguel de La Madrid (1992-1988), Carlos Salinas (1988-1994), Ernesto Zedillo (1994-2000) y Enrique Peña Nieto (2012-2018).
Hoy en 2021, las neuronas de la ideología de la revolución mexicana institucionalizada dejaron de responder -en toda su laxitud y flexibilidad infinitas- para adecuar al PRI a las distintas coyunturas históricas.
Y por ello, los estertores apagados del mastodonte se escuchan en todo el país.
El ulular de llantos y berridos de las lloronas contratadas ex profeso, se confunden entre los gritos de “¡aayy mi PRI no te mueras! ¡Refundación! ¡Refundación! ¡PRIMOR! ¡PRIMOR!”.
El canto del mariachi profundiza el dolor de los priistas ahí presentes: “Y volver volver, volver/ A tus brazos, otra vez/ Llegaré hasta donde estés/ Yo sé perder, yo sé perder/ Quiero volver, volver volver…”
“¿Volver a dónde?” se interroga un priista lloroso. “¿Volver a la falta de autocrítica para reinventarnos y simular otra vez? ¡Aayy PRI no te mueras! ¡Qué desesperación!”