“Permítanme un último ruego Señor Presidente (continuó la obispa Budde), millones de personas han depositado su confianza en usted y, como dijo ayer a la nación, ha sentido la mano providencial de un Dios amoroso.
En nombre de nuestro Dios, le pido que se apiade de las personas de nuestro país que ahora tienen miedo.
Hay niños gays, lesbianas y transexuales en familias demócratas, republicanas e independientes, algunos de los cuales temen por sus vidas.
Y las personas que recogen nuestras cosechas, limpian nuestros edificios de oficinas, trabajan en granjas avícolas y plantas de envasado de carne, lavan los platos después de comer en los restaurantes y trabajan en los turnos de noche en los hospitales: puede que no sean ciudadanos o no tengan la documentación adecuada, pero la gran mayoría de los inmigrantes no son delincuentes.
Pagan impuestos y son buenos vecinos.
Son fieles miembros de nuestras iglesias, mezquitas, sinagogas, viharas y templos…
“Le pido que tenga piedad, Señor Presidente, de aquellos en nuestras comunidades cuyos hijos temen que sus padres sean llevados, y que ayude a quienes huyen de zonas de guerra y persecución en sus propias tierras a encontrar compasión y acogida aquí.
Nuestro Dios nos enseña que debemos ser misericordiosos con el extranjero, porque todos fuimos extranjeros en esta tierra.
“Que Dios nos conceda la fuerza y el valor para honrar la dignidad de todo ser humano, para decirnos la verdad unos a otros con amor, y para caminar humildemente unos con otros y con nuestro Dios por el bien de todas las personas de esta nación y del mundo…
Amén”.
La reacción de Trump al sermón fue tan rabiosa como su temperamento misógino: “La llamada Obispa que habló en el Servicio Nacional de Oración el martes por la mañana era una radical de izquierda que odia a Trump.
Llevó a su iglesia al mundo de la política de una manera muy descortés. Su tono era desagradable, y no convincente ni inteligente.
No mencionó la gran cantidad de inmigrantes ilegales que llegaron a nuestro país y mataron a personas.
Muchos fueron sacados de cárceles e instituciones mentales.
Es una ola de delincuencia gigante que está teniendo lugar en EE. UU. (…) ¡Ella y su iglesia le deben una disculpa al público!”.
En estos tiempos caóticos y embravecidos la única mujer que ha dicho ¡no! a Trump, es Marianne, obispa profética; historiadora y abuela.