Hay que recordar la historia latinoamericana.
El tema dominante en la actualidad es la iniciativa de reforma para que el Ejército mexicano, a quien todos respetamos por su actitud constitucional y digna, ha sido encargado, según las Cámaras de Diputados y Senadores, de ser el jefe de la seguridad interna de nuestro país.
Lo anterior no quiere decir que no ha sido importante su presencia e intervención en ayudar, pero no se ha podido resolver el problema de la seguridad. Pero siempre, bajo el mandato civil, como ordena la Constitución mexicana, que fue muy sabia en no darle el poder total al Ejército, por instinto y por procesos históricos previos, tanto en América Latina como en otros países, en donde la milicia, cuando toma el poder, frecuentemente se convierte en una dictadura.
Por supuesto que la presencia del Ejército ha sido de colaboración y nadie duda de su capacidad. Pero en la actualidad, gracias al ordenamiento presidencial y a que, según el Ejecutivo, el Ejército no es corrupto, se le ha dado demasiadas tareas que antes se distribuían entre los técnicos capaces, que podían planear y programar la obra pública.
Los militares intervienen ahora en la salud, en la construcción de trenes, de refinerías, en las aduanas. En fin, en casi todas o en la mayoría de las obras públicas que antes se encargaban a los civiles, respetando los conocimientos, no solo la lealtad política incondicional, como en la actualidad.
Los antecedentes históricos están allí presentes. Cuando Chávez en Venezuela tomó el poder, siendo sargento previo del Ejército, Venezuela se cayó y el otrora orgulloso país petrolero y reconocido como uno de los más importantes de América Latina, da lástima porque muchos de sus ciudadanos están exiliados o son migrantes. En México, de paso o para quedarse, hay miles y existen millones de venezolanos que han abandonado a su país.
También sucedió en Chile con Pinochet, después de la caída de Salvador Allende y que ejerció su poder en tal forma que a sus detractores los tiraban en aviones al mar; igual en Argentina con Videla. Y así hay innumerables casos en donde el Ejército al tener poder, lo ejerce. Y como sus funciones son disciplina incondicional, automáticamente tiende a generar hegemonía y poder, que en este caso se lo está dando el Presidente.
Nadie está en contra del Ejército, porque somos respetuosos de su dignidad, de su historia y además lo apreciamos y lo respetamos, según las encuestas que se han practicado. Pero darle todo el poder a una institución armada, que tiene formación castrense y no permite la contradicción, es un error de base.
Ahora el secretario de Gobernación ha dicho que siempre hemos necesitado al Ejército, lo cual es cierto. Pero nunca ha sido el factor de mando, porque tiene otra función y porque además la Constitución no lo permite.
Sin embargo, en el Congreso y el Senado se dictaminó que ahora estamos en poder de las fuerzas armadas y el respeto que les teníamos, ahora se está convirtiendo en miedo, porque nadie quiere que México termine como Venezuela o como con Pinochet, o como en Rusia o China, donde no se permite el diálogo.
A través de muchos años he observado y respetado al Ejército, y claro que debe colaborar en la seguridad, con la que no ha podido este régimen, pues cada día hay asesinatos por el crimen organizado y feminicidios, y la seguridad va en descenso.
Descartes: Pienso, luego existo… Hay que ayudar, no mandar, cumpliendo la Constitución, pues la historia nos señala lo peligroso que es un ejército en el poder, basado en hechos históricos, como en Venezuela.
Luis Eugenio Todd