Política

¿Seremos como ellas?

  • Desde mi rincón
  • ¿Seremos como ellas?
  • Luis Augusto Montfort García

El próximo 13 de enero se celebrará el Día Mundial de la Lucha contra la Depresión, iniciativa fundada en 2010 por la “Fundación para la Investigación y la Educación sobre la Depresión”, cuyo cometido es crear consciencia sobre éste padecimiento y cómo afecta a personas en todo el mundo, así como contra la estigmatización de quienes la padecen.

Son precisamente estos últimos dos puntos, los que revelan el grado de desconocimiento que popularmente tenemos de este trastorno físico-mental, pues con frecuencia se confunde la depresión con estados pasajeros de desánimo o tristeza; o bien se considera que es “debilidad de carácter” o falta de voluntad o valor para enfrentar la vida.

Ya desde el siglo IV a. de C. la enfermedad se conocía como “melancolía”, término que en griego refiere a “bilis negra”, por la creencia de que el temperamento humano derivaba de los “humores”: sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra.

Fue hasta el siglo XVIII que el mal poeta y mejor médico inglés R. Blackmore acuñó para la dolencia el término “depresión”, lo que relegó al pasado el uso de “melancolía”, así como el del inglesísimo “Spleen”, renacido y popularizado 100 años después por un (aunque “maldito”) mejor poeta, el francés Ch. Baudelaire.

Hoy en día se sabe que ese mal puede afectar a cualquiera no importa su edad, raza, género o posición socioeconómica. 

Se manifiesta de distintas formas y de no atenderse, puede escalar a niveles graves con consecuencias críticas. 

Su origen es multifactorial, en donde puede concurrir desde lo genético y biológico, hasta lo ambiental y psicológico y las situaciones estresantes pueden ser desencadenantes.

Sin ser ni pretenderme experto del tema, pienso que la carencia de valores, el culto al dinero y la codicia sin límites que hoy vivimos, es un factor extra que nos hace fáciles víctimas de la depresión y de muchos otros males. 

Tal vez somos como las ratas del experimento de Olds y Milner, que al pulsar un botón recibían una descarga de “grata estimulación” de dopamina y queriendo más y más, seguían pulsándolo hasta que morían. 

¿Seremos como ellas?

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