Una tras otra, en las escenas que trasmiten los noticieros puede percibirse una carga de odio, violencia y caos social, sea Kiev en Ucrania, París en Francia o Chilpancingo en México, parece que nuestro mundo se encuentra hundido en un remolino de incomprensión y exaltaciones de todo tipo, en un camino qué, como en el juego de la perinola eventualmente nos puede llevar a un “todos pierden”.
Todo esto en un siglo XXI en el que hemos perdido la capacidad de comunicarnos para resolver conflictos, paradójicamente pese a que la comunicación es hoy más cuantiosa y eficaz que nunca antes.
Permacrisis llaman algunos a esta etapa que los analistas atribuyen, según su especialidad, desde a la desaceleración económica mundial o la lucha de clases e ideologías, hasta la posverdad con su relativización de valores o inclusive al fin de los tiempos dicen los místicos, (obviamente tiempos humanos, pues creo que al Universo le es indiferente el acontecer humano en un pequeño planeta escondido en un recóndito rincón del vasto espacio sideral).
Aunque desde la miopía del presente nos angustiemos al vislumbrar un panorama pesimista, lo cierto es que la humanidad siempre encuentra la forma de superar los momentos críticos que cíclicamente ha tenido que enfrentar.
Cada generación es hija de su tiempo y nace, crece y se desarrolla conforme a las circunstancias que le toca vivir.
Comparar nuestro pasado con el futuro que “les va a tocar vivir” a las nuevas generaciones, aparte de auto-flagelante, resulta un ejercicio ocioso, pues nadie puede extrañar lo que no conoce y no obstante las adversidades que a ellos les toque enfrentar, el mundo y la vida siempre nos ofrecen algo hermoso que disfrutar.
Hay en el ser humano una capacidad resiliente que lo hace remontar la adversidad por arduo que esto parezca.
“Ante las injusticias y adversidades de la vida... ¡calma!”. Solía decir Mahatma Gandhi, y esa calma es lo que en tiempos inciertos debemos procurar.
Cada quien debemos buscar y encontrar la fuente.
No es fácil aunque tal vez está más cerca de lo que creemos.