La inmortalidad, uno de los viejos anhelos de los humanos (y “las humanas” añadiría yo, si acaso fuera uno de esos políticos que en su afán de dar gusto a todos, repiten palabras como los pericos, quizá por tener un IQ igual o menor al de esas aves), pero bueno, luego de disculparme por esa aberrante digresión, retomo el tema de ese empeño nuestro de alargar la vida, que nos ha llevado a medirla y registrarla y que es un promedio que se conoce como “esperanza de vida al nacer”.
Como es de suponer, ese promedio varía según la época, el país, o se afecta por imprevistos como guerras, epidemias, etc. pero al parecer no fue sino hasta el siglo XX qué, por factores como alimentación, higiene, vacunas y antibióticos, dicho promedio se fue incrementando significativamente, pues al parecer desde nuestros abuelos prehistóricos hasta hace apenas unos 150 años, el promedio de vida fluctuó entre los 35 y 45 años, para alcanzar hoy los 80 años, que lamentablemente no son globales sino que corresponden a países que viven muy por arriba del nivel de pobreza, desde luego todo esto en términos generales.
Esta al parecer inevitable relación entre riqueza y longevidad, es más que palpable hoy, por la clara tendencia e interés de los grandes capitales a invertir en investigación para prorrogar el envejecimiento. Inversión con descomunales expectativas de utilidades multimillonarias, que en sus laboratorios biotecnológicos, entre alargamientos de secuencias de ADN llamadas telómeros y la modificación epigenética de los organismos, cada día nos acerca más a la mítica fuente de la juventud, que de llegar algún día, seguramente será para sólo unos cuantos, pues la desigualdad es en este mundo una sociopatía endémica.
Los demás tendremos que conformarnos con ir a las termas de Ixtapan de la Sal y aprovechar para comer unos chilacayotes en pipián, o en el mejor de los casos, contemplar una copia del misterioso Jardín de las Delicias del Bosco, (Museo del Prado), tríptico en el que aparecen la Fuente de la Vida, el Paraíso y el Infierno, en una versión porno del mundo en el siglo XVI.