De tanto en tanto aquella bella señora solía decir:
“Cada vez que crece la familia, crecen los problemas”, no lo aseveraba en un tono de queja, sino simple y llano como se describe cualquier hecho natural de la vida, pero sí con la seguridad de quien como madre de familia, ha vivido en primera persona la difícil experiencia de enfrentar los desafíos que ser madre o padre conlleva, desde luego cuando realmente hay en ellos el propósito y la voluntad de dar a los hijos una educación formativa que les permita “salir adelante”, en el mundo que les toque vivir.
Más allá de la implícita sabiduría que encierra esa reflexión, la idea arropa también una dosis de descubrimiento.
Una forma de conciencia llamada madurez, que consiste en darse cuenta de que la vida no es lo qué, en cada una de sus etapas previas, imaginábamos que sería. Una de esas sapiencias a las que solo se llega cuando se ha vivido lo suficiente para medio comprender la vida y sus avatares.
Pero ¿por qué no puede ser real la idea de la familia feliz?, pues porque a pesar de todo lo que por ahí se dice, quizá la felicidad sea solamente una idea, una utopía hacia la que en el viaje de la vida, debemos apuntar la proa de nuestra nave, aunque sepamos que nunca lograremos desembarcar en ella de forma permanente.
Por no mencionar otros impedimentos como la complicada singularidad humana, que si bien hace de cada persona un ser “único e irrepetible” con su propia y maravillosa capacidad de concebir grandes ideales, también le dota con una buena porción de deseos de poder.
Cualidades y defectos humanos estos, que en algunos ya se vislumbran desde sus primeros años y nos hacen a todos diferentes y que irremediablemente, propicia que cada miembro de la familia encauce la proa de su nave hacia un destino diferente.
“Creced y multiplicaos”, fue el mandato de Dios al ser humano, dicen los creyentes del antiguo texto hebreo Génesis (1,28), y de pilón ahí mismo le dio el poder de “sojuzgar a la tierra y a sus habitantes”.
Tal vez por eso cada vez que crece la familia humana, también se multiplican los problemas.