Entre el variopinto alud de información que cotidianamente recibimos de los medios de comunicación o los comentarios de otras personas, no hace mucho y de alguna fuente que no logro ubicar, absorbí una frase que si bien en principio sólo me pareció ingeniosa, con el paso de los días su sentido tomó mayor dimensión, en la medida que me di cuenta que puede aplicarse a muchas situaciones o incluso servir de ayuda, cuando como a veces sucede, nos sentimos atorados en un “callejón sin salida“, de forma que cuando llegó la hora de pergeñar estas líneas, ya me había convencido de que el mensaje, que como un regalo venía envuelto en esa simple y breve expresión merecía compartirse en este espacio, aunque sin saber a quién dar el crédito por su autoría.
El caso es que se trataba de un diálogo entre varias personas sobre la forma en que debe vivirse la vida y la manera en que solemos aprovecharla o desperdiciarla, a lo que entre razones y argumentos de los dialogantes, salió de pronto la muy trillada idea de la cortedad de la vida, en alusión a que el tiempo de ésta suele ser tan corto que no debemos “malgastarlo” en tales o cuales cosas.
“Si, es cierto, la vida es corta, ¡pero también es ancha!”, dijo de pronto alguien, generándose entonces un silencio en la conversación, una pausa en la que cada quien parecía tratar de asimilar le idea de la anchura de la vida, contenida en la metáfora recién escuchada.
No sé que pienses tú amable lector, a mi la idea me hace pensar en que no importa lo largo o corta que sea la etapa que se viva, el tiempo que llamamos “vida”, es siempre un “ancho espacio de posibilidades”, en donde la principal limitante para elegir entre ellas, es con frecuencia una “jaula” en la que nos encerramos a nosotros mismos, cerrando el cerrojo con el: “así soy yo”; “así son las cosas”; así debe ser” y otras sentencias que si bien suenan muy “sensatas”, nos impiden mirar lo ancho de la vida y su rica gama de opciones y posibilidades.
Quizá resulte entonces bueno recordar qué, aunque todos vivimos en una jaula, cada quien tiene su propia llave.