La agenda mediática de los últimos días ha estado estrechamente ligada con el problema migratorio, principalmente el de haitianos que buscan llegar a Estados Unidos al pasar por nuestra frontera.
Esto nos permite abrir una reflexión en torno a una problemática tan añeja y compleja que va más allá del blanco y negro en que a veces pretenden envolvernos.
Para empezar la movilización de personas de diferentes nacionalidades se da desde la antigüedad y lo motivan diversas crisis: desastres naturales, violencia o desestabilización política.
No es la primera vez que en Coahuila tenemos la presencia simultánea de miles de migrantes.
Entre febrero y marzo de 2019 una caravana de al menos 3 mil migrantes centroamericanos pasó por diferentes municipios y se estacionó por varias semanas en Acuña y Piedras Negras.
En ese entonces la política coahuilense se mostró de brazos abiertos ante una disposición federal amigable de la gestión del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Pero hoy esa comprensión ya no es tal. Aunque el ejecutivo federal niegue que haya presiones o influencia de parte del gobierno estadounidense sí la hay y por eso ahora su administración es más rígida con el trato a las personas extranjeras.
Hay dos caras de una misma moneda, pues la apertura para asilo político de figuras internacionales es impecable y un podrido instituto de migración nacional persigue a miles.
Aunque cualquier movilización de este tipo genera problemas, no podemos dejar de lado el tema humanitario y empatizar con estas personas que abandonaron su tierra no por gusto, sino porque lo vieron como una obligación para buscar un mejor futuro.
Ahora bien las caravanas representan la manifestación más grande de este fenómeno, aunque no podemos dejar de lado que el resto del año atraviesa nuestras fronteras muchas personas más.
El maltrato hacia ellos es terrible y para muestra tenemos antecedentes como el del hondureño Marco Tulio que murió a manos de agentes ministeriales hace más de dos años en Saltillo, Coahuila.