La transmisión del juicio de Heard y Deep ha generado todo un fenómeno en torno que, lejos de ser novedoso en su discusión, vuelve a caer en dos pilares de la violenta sociedad: la misoginia y el machismo.
La conversación que se moviliza deja claro que aún queda mucho trabajo para que las grandes masas, que se ven representadas a través de las redes sociales, identifiquen una dinámica de violencia en su entorno.
La premisa de señalar que el agresor frente a jurado y en interacción con cualquier persona es encantador, es preocupante porque demuestra que no han bastado los esfuerzos previos para dotar de herramientas para reconocer signos de que una relación es violenta desde sus primeras fases.
Sí, los hombres que violentan a mujeres son encantadores porque requieren de esa característica para ejercer violencia; ninguna mujer se relaciona con un acosador en la calle, que no son encantadores e infunden miedo y asco según los testimonios de ellas. Que un hombre ejerza violencia contra su pareja no lo excluye de la habilidad de ser profesionista exitoso o un miembro modelo en su comunidad, porque eso le brindará la protección y credibilidad para desacreditar las acusaciones que la mujer violentada haga.
La cultura de la violación coloca estereotipos de cómo debe ser una víctima y cómo es un agresor, lo que incluye cómo se ven y cómo actúan.
Con ello, la idea colectiva de un hombre perpetrador de violencia se asocia con una personalidad grotesca, ruda e intimidante que, en la realidad, no solamente no se cumple siempre y en todo momento, sino que resta posibilidades para identificar a un agresor por lo que es: sus ejercicios de violencia y no su personalidad en público. Debemos soltar esa fantasía para observar lo que sí sucede en una dinámica de violencia.
Twitter: @lolcanul