Entre las exigencias que se imponen al rol femenino está el de la maternidad y es, probablemente, de los más crueles, cansados y enjuiciados.
Por razones históricas, culturales y hasta religiosas se propagó la idea de que ser madre era, por naturaleza, un ferviente deseo de las mujeres incluso desde niñas; que tal, vendría acompañado de mitos como que el amor de una madre es el único verdadero, que la mirada o la piel de una mujer es más hermosa cuando es madre o hasta que las labores de crianza y cuidados nos vienen por aprendizaje nato. De hecho, hasta un nombre existe para todas esas fantasías: el instinto materno.
Pero hoy gracias al desarrollo de la filosofía y la ciencia sabemos que dicho pseudo instinto es otra invención humana, que se suma a lista de causas de señalamiento para las mujeres: toda mujer debe ser madre para verse realizada, si no lo son entonces son mujeres vacías y si lo hacen mal entonces son madres desnaturalizadas que pierden su valía como mujeres.
Como cada año se acerca la fecha en que se celebra a las madres. Cabe aprovechar el recuerdo de que la fecha surgió en respuesta al primer Congreso Feminista en nuestro país, de 1916, organizado por grupos de mujeres que buscaban posicionar una agenda para luchar por sus derechos sexuales y reproductivos, así como promover una maternidad libre y consciente y, por supuesto, el aborto.
Más de cien años después no sólo se instituyó por el gobierno un día para reafirmar el mandato de la maternidad, sino que el reconocimiento y garantía de los derechos sexuales y reproductivos en todo el país sigue siendo una deuda pendiente con 21 estados del país que aún penalizan la interrupción voluntaria del embarazo.
Este es un recordatorio de que no todas las mujeres desean ser madres, de que algunas desean serlo y no lo pueden, de que algunas lo son y se arrepienten de ello, de que ninguna de ellas debería ser juzgada por ninguna de esas razones. La maternidad debe ser libre y también respaldada por toda la sociedad.
